Fue amiga de Andy Warhol, Frank Stella, Claes Oldenburg, Jasper Johns; tuvo un romance con Salvador Dalí y como no podía ser de otra manera, con uno de los múltiples Kennedys, repletos de tetosterona.

Posó para Penn, Avedon, Klein, Mulas, Meisel y Slokosky, las grandes retinas de la moda.

Benedetta Barzini, «una de las más bellas y sensuales modelos de los años 60” desde que la Reina de Vogue Diana Vreeland le ofreció trabajar para Vogue, no ha vuelto a posar hasta que el fotógrafo Steven Meisel  la convenció para posar para la edición francesa de Vogue, para Donna Karan, y ahí demostró que la arruga es más que atractiva.

En los sesenta era la “amiga secreta” de Dalí ,-si pudiera darse el caso de que algo de Dalí fuera secreto- “aclara con ironía” Barzini. «yo le quería mucho, pasamos muchas horas maravillosas en secreto, juntos en Nueva York. Un día le pregunté por qué siempre quería llamar la atención.» “Me llamo Salvador como mi hermano, que murió joven. “Cada vez que hago algo mis padres me decían que él lo hubiera hecho mejor, así que tuve que inventarme cosas que él nunca hubiera podido hacer”.

«Yo he luchado durante años contra una infancia privilegiada e infeliz”. «Era anoréxica de los 14 a 24 años. A continuación, un psiquiatra húngaro, me ayudó. Tuve cuatro largos años de terapia”.

En los años sesenta era una  de las modelos “top ten”. En los setenta se convirtió en una radical feminista en Milán, su ciudad natal, y ahí sigue. Conocida como “La Pasionaria” de la moda, su postura pasa por recuperar una parte de su persona que según ella, fue perdiendo por las pasarelas.

Al llegar a Nueva York, su agente le recomendó tres cosas: Dejarse ver por los lugares más chic, ser amable con todos y casarse con una americano rico para así poder permanecer en Estados Unidos. Nacida en la ciudad turística de Porto Santo Stefano, hija del autor italiano Luigi Barzini y de su segunda esposa, la heredera Paola Gadola Feltrinelii, su infancia consistió en institutrices mezclada con una sucesión de escuelas privadas de Suiza.

Lo tuvo todo y llegó un momento en que lo rechazó, antes de ser abandonada la noche en que daba a luz a sus dos gemelos, por el director Roberto Faenza. Por él había abandonado su rutilante vida neoyorkina. Conoció a Roberto y se casaron en 1969. «Creo que ser padre era un shock para él», suspira. «Cuando me casé con él, sabía que me lo pondría difícil”.

La gran Diana Vreeland, en 1963, le ofreció ser modelo para Vogue y Barzini, que fue a Nueva York supuestamente por 10 días, se quedó cuatro años. Pasaba el tiempo en la Factory de Andy Warhol (su romance con Gerard Malanga una de las estrellas del momento fue muy publicitado) y bailó en la célebre fiesta de Truman Capote en 1966. Competía con Marisa Berenson por el título no oficial, de ser la más  célebre belleza de la jet- set italo-neoyorkina. Y para no perderse nada, estudió en el Actor’s Studio.

Barzini ha llegado a vivir en comunidad con sus gemelos, dos estudiantes y un profesor varón en un barrio de clase media de Milán. «No había forma de darse el lujo de pagar todo el alquiler con el dinero que mi madre me daba todos los meses», explica. Además de enseñar un curso de feminismo en la Universidad de Milán, dedica gran parte de su tiempo a la Unione Donne Italiane, un grupo militante feminista. Casi todos los milaneses de izquierdas son ricos, así que que la decisión de Benedetta la convirtió en una auténtica milanesa.

Ahora es profesora en el Politécnico de Milán, dónde enseña «La importancia del vestido en el tiempo» y dice que la moda es «una manera de descifrar el sentido de las tendencias sociales”.

Por Lola Garrido