La gran fotógrafa de moda Deborah Turbeville fallecía la semana pasada en Manhattan a la edad de 81 años.

De pequeña fue una niña tímida y asustadiza. A los 19 años, se mudó a Nueva York,-con la misma idea que muchas otras chicas de su época- de convertirse en actriz, pero por casualidad terminó trabajando para la diseñadora Claire McCardell (que consiguió subir el jersey de lana a la pasarela). En esta ciudad comenzó su carrera como editora de moda en Harper’s Bazaar (1963) junto al gran editor de moda Marvin Israel y el equipo de fotógrafos de la revista: Diane Arbus, Richard Avedon e Hiro, entre otros grandes de la moda.Deborah Turbeville: a la búsqueda del tiempo perdido


Trabajando en Harper’s Baazar, sus primeras imágenes sedujeron por ser nuevas, bañadas en extrañas luces, melancólicas y sensuales que fueron la marca de su estilo. Fue la única mujer, y la única en América, que desde el principio se asoció a una mirada europea a la vanguardia fotográfica junto con Helmut Newton y Guy Bourdin.
Ellos cambiaron un modelo que repetía estilo. Turbeville, que comenzó su carrera editando revistas de moda, fue la fotógrafa de su época que luchó por transformar la fotografía de moda en arte del momento. Y lo más sorprendente es que era una mirada totalmente autodidacta. Sus fotografías aparecieron en revistas como Vogue,  Harper’s Baazar, en periódicos como The New York Times, en los anuncios para clientes y la gran moda. Sus exposiciones en todo el mundo y los libros, incluyendo «Unseen Versailles » una colección de fotografías de espacios ocultos, polvorientos, en los que el tiempo está impreso en sus paredes, fueron un adelanto del diseño de interiores que hoy se repite con inusitada fuerza. Jacqueline Kennedy fue una de sus editoras.

Deborah Turbeville: a la búsqueda del tiempo perdido

Turbeville, casi sin ayuda de nadie hizo siempre unas escenas bien iluminadas, inmersas en un ambiente un poco oscuro, casi cinematográfico bañado por una extrañeza sensualidad. A pesar de que las imágenes incluían modelos pálidas de ojos soñadores en espacios en ruinas, son unas de las fotografías de moda que van más allá de la mera contemplación y relatan historias complejas tal y como lo hacen los fotógrafos contemporáneos desde Philip DiCorcia a Nan Goldin.

«La moda se toma a sí misma más en serio de lo que yo hago», explicó Turbeville a The New Yorker en 2011, porque yo no soy un fotógrafo de moda sino de escenarios, practico la idea de la desintegración, que es realmente el núcleo de mi trabajo.»

Deborah Turbeville: a la búsqueda del tiempo perdido

En Estados Unidos a mediados del siglo 20, la fotografía de moda iba precisamente de eso: de moda. La moda hasta ese momento situaba a varias modelos de frente y generalmente centradas, modelos con la cara lavada, en unas escenas en las que parecía que llegaban de jugar al tenis o del club de campo, y sin un ápice de sudor.

Sus fotos por el contrario, eran inquietantes, ya que estaban destinados a serlo. En su trabajo de moda, la ropa es casi irrelevante. En algunas imágenes los trajes son apenas visibles, lo que resulta una forma de paisaje casi desolado, más definido por la ausencia que por la presencia.

Deborah Turbeville: a la búsqueda del tiempo perdido

Turbeville aportó el manipulado de los negativos -rascar, romper para dar una sensación de abandono y tiempo- esparciendo polvo en ellos para que las imágenes no parecieran nuevas sino con el desasosegante paso del tiempo. Empleó colores apagados, negros, blancos y tonos sepia, a menudo deliberadamente sobreexpuestos, haciendo de sus fotos algo espectral.

A fines de 1970, los artículos sobre la fotografía comenzaron a jugar con su apellido definiéndolas como “la turbia mirada de Deborah”, y según The New York Times no eran el tipo de fotos que las madres suelen admirar. “Me gustaría escuchar un reloj de tic-tac en mis fotografías», dijo en una ocasión Turbeville. Sus fotos parecen representar pequeños mundos, exquisitos que, en el momento en que pulsa el obturador, ya desaparecerán.

Deborah Turbeville: a la búsqueda del tiempo perdido

Fue en su primera época cuando descubrió que girando la óptica de la cámara todos los elementos se trasladaban al «mundo del desenfoque». Éste es uno de los grandes hallazgos que se le otorgan.

Como fotógrafa de moda es casi una paradoja, porque sus imágenes son «mercancía dañada» y su fotografía se asemeja a Francesca Woodman. El trabajo que le dio renombre internacional fue el encargo Bathhouse de la revista Vogue en 1975. Su trabajo continúa atrayendo y excitando.