El carácter se adquiere desde la más tierna infancia. Cuentan de Iris Apfel que, cuando tenía tres años, le dio una rabieta y se puso a gritar, porque su madre le puso una cinta en el pelo cuyo color no coincide con su atuendo.

El gusto no es bueno ni malo, y las más renombradas fashionistas serían criticadas por su extravagancia en cualquier fiesta que no tuviera que ver con la gran moda.

Apfel es una reconocida diseñadora de interiores que es propensa a ponerse las ropas más atrevidas de diseño y color, aderezada con unas eternas gafas estilo Le Corbusier y grandes bisuterías coloristas étnicas, que deben anunciar con mucha antelación su llegada a todas las fiestas. Una persona de vanguardia jamás pasa desapercibida.

Apfel irrumpió en la escena internacional en 2005, cuando el Metropolitan de Nueva York hizo una exposición de su ostentoso y a la vez bohemio guardarropa en el que se mezclaban vestidos chinos, alta costura con abrigos de plumas, collares de ópera y muchos  tejidos diseñados por ella.

Iris es un icono neoyorkino que a sus noventa años todavía asiste a fiestas, y es amiga de todos los que tienen algo que ver con el estilo y la moda. Diseñadora de textil, su trabajo le llevó  a redecorar la Casa Blanca para nueve presidentes: Truman, Eisenhower, Nixon, Kennedy, Johnson, Carter, Reagan y Clinton. Y hay que tener muy presente que si Jackie confió en ella, su gusto le parecería muy refinado.

Conversa de la moda y estilo personal como única religión de estilo, Iris mantiene que los vestidos y la ropa no son tonterías banales, sino que pueden ser una forma de arte. Dice que a lo largo de la historia ha sido el vehículo para explicar el carácter del que lo lleva. Durante la dinastía Ching, por ejemplo, reflejaba el estatus en la sociedad. La gente podía leer, literalmente, la ropa como un libro, sólo por su color y la forma en que fue bordada.

Personalidad le sobra, y en sus declaraciones se atisba que su inteligencia ha contraído matrimonio con su libertad. Piensa que los “detentadores del gusto” son una especie de policía y sobre las joyas se inclina por piedras no preciosas, e incluso dice que son tan grandes las que le divierten que su marido tiene suerte de que su favorita sea el cristal de roca.

Ahí también explica que si un cristal no es perfecto le gusta mucho más, porque como Rodin dijo “más bella que una cosa hermosa, es la decadencia o ruina de esa cosa hermosa”

Iris tiene 90 años de juventud, y decadencia es una palabra que ha tachado de su calendario.

Historiadora de Arte y filósofa de la extravagancia, ha sido la única mujer en Nueva York que hizo de una casulla de sacerdote la prenda más deseada. Con su sabiduría y sentido del humor, es una inspiración para personas bajas de energía y personalidad. El día 1 de septiembre cumplió 91 años. ¡Felicidades!

Quedan ya pocas de esta estirpe y, Anna Piaggi, otra de ellas, ha fallecido hace un mes dejando una huella innegable.

Y es que el gusto se entrena, pero el carisma forma parte de la personalidad.