Pulseras que ven, collares cuello de camisa, anillos-dedo, cinturones brazo… Italiana, miembro de una familia vinculada a la moda desde generaciones, los Fendi y con un especial sentido de la belleza, su trabajo es el fruto de una sensibilidad muy personal aficionada a experimentar qué sucede cuando se ponen en relación materiales nobles con objetos insólitos. Insectos, calaveras, caracoles, ojos y bocas… la mayor parte de las veces hiperrealistas recorren manos y cuellos declinados en oro y diamantes, vistiendo los colores luminosos de las piedras preciosas. El resultado; un dardo estético disparado al intelecto o lo que es lo mismo joyas especiales que podrán o no gustar pero que despiertan emoción.
Viendo el trabajo de Delettrez es inevitable pensar en Elsa Schiaparelli y sus joyas de insectos. El mítico brazalete realizado en 1939 con un material transparente cubierto de libélulas, moscas y escarabajos diseñados a conciencia para producir un efecto trompe l´oeil en el que los animales parecían pasear por el cuello y la muñeca de su portadora. Una fórmula alejada en forma y contenido de lo que hasta entonces se conocía por joya y para más osadía realizada en Rodhoid un material cercano al mundo de la industria que al de la joyería tradicional. Algo totalmente nuevo e impactante. Y es que la moda para Schiaparelli tenía ante todo que emocionar, tal y como dictaban las consignas del surrealismo, vanguardia artística con la que mantuvo una estrecha relación. De hecho su trabajo es una ingeniosa traducción de los principios de dicho movimiento a la moda, en la que la descontextualización, la ironía y el continuo cuestionamiento de la función de los objetos son la hoja de ruta de su universo creativo.
Cada una de sus prendas se convertirá en una coartada intelectual, un objeto fascinante cuya capacidad de seducción encantaba con simétrica intensidad a la retina que al intelecto. Los botones trapecista para las prendas de la colección dedicada al circo, los guantes con uñas, el sombrero leopardo, las gafas con pestañas, los botines- pata, el sombreros zapato, este diseñado con Dalí, o el vestido de jirones son solo algunas de las piezas fetiche.
Cuenta la historia que fue con Salvador Dalí con quién Schiap, que era como se la conocía, se inició en el surrealismo, movimiento artístico que mantuvo desde sus inicios una estrecha relación con la moda ya que les fascinaba su capacidad de acercar el arte a la vida. La mirada que lanza al mundo el surrealismo saca a la imaginación de la cárcel que supone la razón, abriendo las puertas del inconsciente y de los sueños como gran fuente de inspiración.
En el seno de este “nuevo orden” creativo los objetos se convierten en símbolos; la langosta, el zapato de tacón… cobran vida para narrar su propia historia y se perfila una estética que ya no se rige por lo bello o lo feo sino por lo que provoca y lo que aburre. “Choquer pour charmer” será la consigna de Elsa Schiaparelli. El impacto que causa en la moda esta nueva mirada se rastrea hasta la actualidad. El trabajo de grandes como Jean Paul Gaultier, Mosquino, Galliano, McQueen, Viktor & Rolf o Prada son un ejemplo de su particular legado. Delettrez no es ajena a él, ni al de Schiaparelli ni al del surrealismo. Al fin y al cabo ya lo vaticinó André Breton en los años 40. “La belleza del futuro será convulsiva o no será”.
La pop up store de Santa Eulalia presenta una selección de más de cincuenta piezas de la diseñadora Delfina Delettrez hasta el 7 de Mayo. Todo un lujo para los amantes de la joyería creativa y una ocasión de oro para poder conocer más y mejor el trabajo de esta diseñadora desde sus series limitadas a sus diseños y colecciones más accesibles. Lo dicho todo un lujo.
Por Charo Mora