La vida del fotógrafo Edward Steichen abarca la mitad de la historia de la fotografía misma, es decir, casi 70 años. Nacido en Luxemburgo, ha sido el padre de la gran fotografía americana. 

A principios del siglo XX, Steichen experimentó con la fotografía pictorialista y el fotograbado, participando activamente tanto como fotógrafo y diseñador, como difusor del modernismo en la mítica Camera Work, revista fundada por Alfred Stieglitz en 1903. También pintor, Steichen fue testigo de la invención del autocromo explorando  los procesos de la fotografía en color. La primera portada en color de Vogue fue suya.

Sus trabajos como pictorialista en los que explotaba la cualidad poética de lo borroso, han sido crepusculares y enigmáticos. Una de sus imágenes “The Pond Moonlight” fue subastada en Sotheby’s por 2,6 millones de dólares convirtiéndose en la fotografía más cara de la historia.

Con Stieglitz aprendió las virtudes de la precisión; desde entonces se disiparon en su obra las últimas brumas pictóricas, para dar paso a un estilo nítido y directo.

Utilizando este recién hallado poder descriptivo y al mismo tiempo apartándose del puritanismo de Stieglitz, trató de convivir con los nacientes medios de masas que según su amigo, invalidaban el potencial artístico de su fotografía.

En 1923, después de una estancia en París, Steichen regresó a Nueva York como fotógrafo jefe de las revistas Vanity Fair y Vogue, convirtiéndose en un cotizado retratista mundano. Gracias a una muy cuidada iluminación y posicionamiento de los modelos, Steichen produjo imágenes que no eran solamente elegantes, sino que poseían un vigor gráfico que mejoraban siempre la página impresa.

La contratación que hizo Conde Nast del nuevo jefe de fotografía, hicieron que el trabajo del Baron De Meyer se viera anticuado. Sus tomas tratadas con un realismo que se denominó «fotografías nítidas» liberadas del famosos “flou” o suavizado, el claroscuro y otros mecanismos empleados por De Meyer, para hacer de las fotos momentos etéreos, forjaron un nuevo estilo. Aparecieron mujeres de carne y hueso, sentadas con las piernas cruzadas, paradas en dinteles de puertas o recostadas en columnas mientras miraban a la cámara con confianza y seguridad.

Steichen además introdujo la luz natural por las ventanas del estudio, mientras anteriormente se ocultaba como si fuera algo que estropeaba la composición. Usando el blanco sobre blanco y con naturalidad en las poses, consiguió algunos de los retratos y fotografías de moda más icónicas de todos los tiempos.

Y consiguió hacer de la fotografía de moda algo algo bello en sí mismo, no una mera presentación del traje, para lo que usó todos los factores del medio (encuadre, luz, composición, etc.) consiguiendo la estética “total”. El vestido pasaba a ser un elemento más de la foto y el vehículo para comunicarse con el espectador.

Con Marion Morehouse, una de las primeras modelos profesionales. realizó varias de sus mejores fotografías. Años más tarde, durante un curso dado en Vogue, el director de arte Alexander Liberman les mostró a los fotógrafos jóvenes una foto de Morehouse tomada por Steichen en 1927. La imagen de una joven sofisticada cuya sonrisa exuda confianza en sí misma y cuyas manos descansan sobre las caderas enseñando un deslumbrante vestido de Madame Chéruit. «Esta era la clave de la fotografía de moda moderna», les dijo Liberman a los estudiantes. «La moda se muestra con mucha claridad, pero la fotografía tiene algo todavía más importante: es la imagen de una mujer en su momento más atractivo».

Palabra de Liberman, palabra del rey de la fotografía de moda. La moda de los años 30 y 40 tuvieron un artista: Edward Steichen.