Hasta el próximo 20 de mayo, se puede ver en el Centro Pompidou de París la gran retrospectiva de Eileen Gray, una de las más grandes diseñadoras del siglo XX. Su fama ha ido en aumento en las últimas cuatro décadas, y el momento más espectacular fue en la gran subasta de Yves Saint Laurent, en el que su sillón Dragons, fue vendido por 28 millones de dólares, cifra jamás alcanzada por un mueble del siglo XX.
Eileen Gray fue original en todos los aspectos de su vida y antes de morir en París a la edad de 98 años, destruyó todo lo referente a su vida personal, de la que únicamente ha quedado una fotografía tomada por Berenice Abbot.
Nacida en una familia aristocrática, se trasladó a París a los veinte años. A diferencia de sus contemporáneos la independencia económica fue crucial en su trabajo- no tuvo que vivir de las de su trabajo- ya que le permitió diseñar siguiendo sus deseos y no para complacer a clientes o distribuidores. Todos sus muebles los hizo para sí misma, lo que explica su perfección en los detalles, además de su rareza. En el mundo del diseño dominado por los hombres, ella no necesitó un colega o mentor, como tenían Charlotte Perriand y Lily Reich. Adriana Friedman, directora de la Galería DeLorenzo, dice con admiración, «fue una mujer en un mundo de hombres, que lo conquistó todo».
Mientras estudiaba en la Escuela Slade de Arte en Londres, donde Gray fue una de las primeras mujeres admitidas, visitó la Exposición Universal de París en 1900, en pleno apogeo del Art Nouveau, y esa influencia se puede observar en sus primeros trabajos. A pesar de que se mudó a Londres durante la Primera Guerra Mundial, París fue la residencia de elección. Allí, habiéndose interesado por el trabajo en laca japonesa, estudió durante varios años con el artesano japonés Seizo Sugawara.
Su primer diseño de interior fue el apartamento de París de la sombrerera Suzanne Talbot. Lo hizo todo negro y blanco en una sorprendente combinación de lo exótico con lo vanguardista. Para esa casa diseñó la butaca Bibendum y el sillón Dragons.
El diseño más popular de Gray es una mesa hecha con un círculo tubular de acero cromado y vidrio, que diseñó a su hermana para comer en la cama. No hay que olvidar lo radical de sus propuestas, porque Gray estaba trabajando con acero cromado y vidrio al mismo tiempo que Marcel Breuer y Mies van der Rohe, y antes que Le Corbusier.
Junto a Le Corbusier y Mies van der Rohe, es una de las más grandes figuras del diseño del pasado S. XX y la única en un panorama artístico dominado por hombres, que pudo desarrollar una producción sólida a base de un extraordinario tesón.
Gray fue una de las personas más sensibles y más innovadoras en el campo del «diseño total del espacio», entendiendo por tal cosa el mobiliario, la luz, las texturas, los colores, los tejidos… Abarcó un campo en el que los arquitectos del Movimiento Moderno apenas habían reflexionado por entonces, y llegó a logros prodigiosos.
Afirmó que “el futuro proyecta luz, y el pasado nubes” y, con esa misma determinación, participó en el Movimiento Moderno. Pintora de profesión y autodidacta en muchas áreas, Gray, libre de convencionalismos, diseñó a lo largo de seis décadas, renunciando a la producción industrial con lo que consiguió que cada una de sus piezas fuese única.
La mítica casa de vacaciones E-1027 que diseñó y construyó entre 1926 y 1929 para ella y su compañero, el arquitecto rumano y crítico Jean Badovici, está considerada un hito de la arquitectura moderna. La residencia fue ferozmente envidiada por Le Corbusier y el destino quiso que el célebre arquitecto muriera ahogado en el mar, en frente de la casa.
Por Lola Garrido