Cuando estoy en París uno de mis paseos favoritos es recorrer Le Marais. Situado en una marisma o área pantanosa (de ahí su nombre), tras la construcción en pleno siglo XVII de la Place de Vosges la zona empezó a atraer a las clases más pudientes de la sociedad, que se hicieron edificar palacetes y elegantes residencias, a menudo rodeados de esplendorosos jardines.
Hoy en día éste es uno de los barrios más chic y cosmopolitas de París, cuajado de restaurantes, galerías de arte, cafés y tiendas llenas de encanto, además de ser el lugar de residencia actual del controvertido Dominique Strauss-Kahn y el reducto favorito de una importante comunidad judía que se instaló en la zona en el siglo XIX y tiene sus casas y comercios en torno a la rue des Rosiers. Muy cerca de ahí, concretamente en la sinuosa y animadísima rue du Bourg Tibourg, se encuentra la casa de té más antigua de París, un auténtico paraíso para los amantes de la exquisitez y el buen gusto.
Mariage Frères, que así se llama este peculiar establecimiento, fue abierto en 1854 por los hermanos Édouard y Henri Mariage, descendientes de una familia de comerciantes con negocios de importación de especies de las Indias Orientales en la ciudad de Lille. Desde entonces el apellido familiar está ligado a la historia del té, a cuya refinada difusión se han entregado en cuerpo y alma desde hace siglos. Los catadores de la casa son verdaderos artistas que recorren constantemente las plantaciones de todo el mundo reservando las mejores cosechas. A partir de ahí, y gracias a su extrema sensibilidad y a su gran memoria olfativa, juegan con los sentidos y mezclan sabiamente pétalos, hierbas, especies, frutas, aceites naturales y aromas para crear los blends más refinados.
De modo que cuando uno se aproxima a la gran fachada de madera brillante y observa los escaparates en los que se muestran teteras, tazas, latas con inscripciones de misteriosos nombres y un sinfín de artilugios que rodean el universo del té se ve envuelto en un delicado y sugerente perfume que le invita a entrar. Y ahí empieza la aventura: un interior de aire inequívocamente colonial en el que destacan estanterías y mostradores repletos de cofres en los que se guardan como tesoros las mezclas que han dado nombre y prestigio a la casa.
Dependientes ataviados con elegante traje sugieren nombres y dan a oler con reverencia unas diminutas hojitas, después de preguntar para qué momento del día y en qué situación va a degustarse ese té. Entonces se acarician la barbilla pensativos, rebuscan entre los estantes y regresan solícitos con el botín entre las manos: “pruebe el Noel, le gustará”, o “llévese el Marco Polo, verá qué maravilla”, o “mejor el Provence”, o “creo que se aficionará al Thè à la Russe”, o incluso “¿no conoce el Wedding Imperial?”… Nada como dejarse aconsejar por estos expertos que saben de lo que hablan y conocen el producto como nadie. En mi última visita me hice con un delicado blend llamado Tokio Breakfast cuyo perfume a cítricos me resulta de lo más inspirador.
Y todavía hay más porque al fondo del local, iluminado por una claraboya que inunda el espacio de luz cenital, se encuentra un encantador salón de té en el que unas cuántas mesas vestidas con almidonados manteles y dispuestas con mimo nos invitan a la degustación de estos tés exquisitos y aromáticos que te transportan a países lejanos y exóticos.
Mariage Frères,
Rue du Bourg Tibourg, 30
París
www.mariagefreres.com
Por Vis Molina