Tom Ford es uno de los grandes nombres que conforman el panorama de la moda actual cuya visión le ha permitido crear un imperio. Desde su época en Gucci hasta la creación de su firma homónima, el provocativo diseñador desafió el mundo de la moda convirtiendo la sensualidad en su sello de identidad.
En la industria de la moda existe un grupo, cada vez más extenso, de directores creativos que llegaron al éxito por un camino fuera de lo convencional. En el caso de Tom Ford, el diseñador primero estudió arquitectura y, aunque durante su época en la prestigiosa Parsons de Nueva York ya tuvo alguna experiencia en el mundo de la moda, decidió probar suerte como director de cine.
Antes de que llegara su gran momento, Tom Ford trabajó en Perry Ellis, donde conoció a Marc Jacobs. Pero no fue hasta que abandonó los Estados Unidos para unirse a la dirección creativa de Gucci cuando su carrera empezó a despegar. En aquel momento la firma italiana no pasaba por su mejor momento y el joven diseñador, desconocido por aquel entonces, fue el detonante de una nueva era.
Del estilo clásico, el marrón y la logomanía, Gucci pasó al negro, el cuero y la provocación. Todo sucedió en la época de los 90, un momento de revolución donde firmas como Versace usaban el sexo como reclamo. A medida que el diseñador ganaba influencia y reconocimiento, y la firma aumentaba vertiginosamente sus ingresos, fue ampliando sus responsabilidades hasta dirigir todas las colecciones prêt-à-porter y los accesorios.
La compra de Yves Saint Laurent por parte de Gucci permitió que Tom Ford tomara las riendas de la firma francesa, que también intentó acercar a su universo sexual. Sin embargo, a principios de los 2000 el diseñador se desvinculó del proyecto y creo su firma homónima. En sus inicios la marca solo se dedicaba a la belleza pero rápidamente amplió su oferta para incluir colecciones de moda y, más tarde, accesorios.
La creación de Tom Ford tal y como la conocemos actualmente fue la consagración del universo creativo del diseñador, con colecciones que te transportan directamente al Nueva York de los años 70 y el desenfreno de Studio 54, la discoteca por excelencia del diseñador.
En sus colecciones encontrarás todo tipo de piezas clásicas y minimalistas junto con un elegante ejercicio de reinvención constante de la sastrería. En Tom Ford, las americanas son de terciopelo, las camisas satinadas y los vestidos con lentejuelas. El punto diferenciador de la firma se encuentra en el juego de lo clásico con el tejido, la mezcla explosiva de color y su inconfundible alusión a la sensualidad.
Por Ferran Farled