Por Claudio Vauban
Ninguna complicación sintetiza el arte de la alta relojería como el segundero muerto: lo verdaderamente importante, para un maestro relojero, no es tanto qué es lo que indica un reloj sino el modo en cómo lo hace.
Algunos coleccionistas y aficionados a la alta relojería se preguntan sobre el sentido y utilidad de una sofisticada y costosa complicación relojera cuyo resultado es que el segundero “imita” mecánicamente el comportamiento de un moderno y económico reloj de cuarzo. Aunque pueda parecer fácil conseguir ese movimiento de la aguja sin que varíe la frecuencia de oscilación es en realidad muy complejo. Requiere un mecanismo que acumule estos impulsos y los libere una vez exactamente cada segundo.
Pero hay que entender que el valor de las complicaciones relojeras no reside en su utilidad práctica. Sólo se ignora por completo su importancia como testimonio de la prodigiosa historia de la ingeniería mecánica, su complejidad técnica y el delicado trabajo artesanal de manufactura que requiere es comprensible su desprecio. Desde la creación de los relojes digitales y de cuarzo, una aguja segundera batiendo a saltos de un segundo pasó a ser la más inútil de las complicaciones mecánicas, pero mantiene, en su pericia y en su historia, un gran valor. Pero en el siglo XVIII, cuando se inventó, fue de gran utilidad: la aguja indicaba, por fin, el tiempo de la unidad básica empleada en mediciones breves de tiempo: el segundo.
El llamado segundero muerto –‘seconde morte’ en francés o ‘deat beat second‘ en inglés– es el primer antepasado del cronógrafo. Su origen se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII. La medición de fracciones breves de tiempo con el barrido de la aguja segundera resultaba entonces sumamente difícil. Jean Romilly inventó el primer segundo muerto en 1754 y el relojero ginebrino Jean-Moïse Pouzait creó, en 1776, el segundero muerto independiente, con un segundo tren de ruedas arrastrado por un barrilete adicional. La manecilla no podía ponerse a cero y su usuario debía calcular el intervalo del arranque al paro –la invención de la puesta a cero y los primeros cronógrafos modernos no llegarían hasta el siglo XIX–, pero el invento resultó muy útil para los médicos, que podían controlar las pulsaciones de sus pacientes. Aunque su utilidad práctica haya desaparecido, van apareciendo esporádicamente en el mercado relojes con esta histórica complicación.
Hace algo más de un año la manufactura alemana A. Lange & Söhne dio a conocer el Richard Lange Jumping Seconds. Se trata de un reloj maravilloso que combina dos complicaciones particularmente elegantes: por un lado es un reloj regulador –que muestra las horas en la semiesfera de la derecha y los minutos en la de la izquierda– que en la mayor de las tres subesferas, la superior incorpora un segundero muerto.
Una de las creaciones más interesantes de F.P. Journe es el Tourbillon Souverain à seconde morte, un reloj que une al tourbillon de fuerza constante la complicación del segundero muerto ‘natural’ montado sobre una de las ruedas de remontaje de igualdad.
Arnold & Son presentó en 2012 el TB88, un reloj creado en homenaje al genial relojero del siglo XVIII, John Arnold que se especializó en la medición precisa y aportó –entre otros muchos logros– el término cronómetro. Las siglas TB responden a ‘true beat’ por el segundero muerto. Lo más llamativo del reloj es que su movimiento está invertido, quedando a la vista las características más complejas del reloj.
Si el segundo muerto es una complicación poco conocida, más desconocida es aún la pequeña manufactura holandesa de los hermanos Bart y Tim Grönefeld que en 2010 presentaron su segundo reloj, One Hertz, con gran segundero muerto independiente. Su calibre G-02, de desarrollo propio, incluye un indicador de reserva de marcha de 72 horas.
El pasado año, una de las presentaciones más atractivas de Jaquet Droz fue el una edición limitada a 88 unidades de Grande Seconde Deadbeat en caja de oro rojo. En esa ocasión, la manufactura del grupo Swatch dedicó la aguja grande central al segundero muerto, mientras la subesfera inferior estaba dedicada a la indicación de la fecha y la superior a las horas y minutos.
Hace unas semanas, en el Salón Internacional de Alta Relojería, se dio a conocer el último segundero muerto: Jaeger-LeCoultre Geophysic True Second Limited Edition. Se trata de una edición limitada a sólo 100 unidades a la venta en la tienda electrónica de la marca.
En esas mismas fechas y escenario otra manufactura suiza, Greubel Forsey, dio a conocer Différentiel d’Égalité, que ya tuvo como antecedente el reloj que presentaron en Basilea hace una década. En esta ocasión, además de optimizar su funcionamiento mecánico se ha incluido por primera vez una subesfera a las 4h con su segundero muerto.
Entre las excelencias con las que Patek Philippe conmemoró su 175 aniversario se encontraba Chiming Jump Hour –referencia 5275P–, un refinadísimo reloj con indicación saltante de los segundos, los minutos, las horas en ventanilla y con una sonería que anunciaba las horas en punto. Éste no es un reloj para quienes confunden la complejidad mecánica de un reloj con el número de indicaciones. Y es que el nuevo Chiming Jump Hour sólo proporciona horas, minutos y segundos. Pero, –como en tantas cosas de la vida– la excelencia no depende tanto de qué es lo que hace, sino de cómo lo hace. El segundero bate a saltos de un segundo –como si de un reloj de cuarzo se tratara–, al llegar al segundo 60, el minutero salta instantáneamente al minuto siguiente, y en cada hora en punto la indicación digital de la ventanilla situada a las 12 rota 30º, presentando el dígito siguiente, en el mismo instante que una señal acústica anuncia la hora en punto. Aunque no sea tan visible como en el segundero muerto, es interesante la simultaneidad de la indicación saltante de los minutos y las horas.