La irrupción de Coco Chanel tranformó por completo la moda femenina. Gracías a su creatividad, inteligencia, intuición  y valentía, liberó a la mujer del corsé tradicional.

Gabrielle Chanel revolucionó la evolución de la moda femenina. Con excepción de Jeanne Paquin, seguía su curso de la mano de hombres como Charles Frederick Worth, Jacques Doucet, John Redfern, Paul Poiret y Jean Patou. La diseñadora francesa llevó el estilo femeninó prácticamente hasta los días de hoy. Ciertamente, su llegada al mundo de la moda supuso un determinante catalizador de la modernidad. Su biografía, enmarcada en un contexto temporal y un entorno personal únicos, demuestra que esa transformación no es casual, sino el fruto de niveles muy altos de talento y de un singular espíritu de autoexigencia y superación.

Todo empezó el 19 de agosto de 1883 a orillas del Loira, en la pequeña población de Saumur, a 300 kilómetros de París. En ese día y lugar nació Gabrielle Bonheur Chanel. La suya no fue una infancia fácil. Su padre, Albert Chanel, vendedor ambulante, no pudo hacerse cargo de sus cinco hijos tras la muerte prematura de su esposa, y Gabrielle ingresó, con su hermana Antoinette, en el monasterio de Aubazine, regentado por las Hermanas del Sagrado Corazón.

En el orfanatorio, recibió una instrucción estricta y aprendió a coser, bordar y planchar. Seis años más tarde –al cumplir los 18–, Gabrielle Chanel fue trasladada a un internado religioso en la ciudad de Moulins, donde vivía su tía Adrienne, de 20 años, de quien se hizo buena amiga y con quien se empleó en una pañería. Por las noches, acudían a un cabret local donde cantaban. Cuentan que el sobrenombre de Coco, lo recibió en ese local por una canción recurrente de su repertorio, ‘Qui qu’a vu Coco?’.

En 1908, cuando contaba con 25 años de edad, conoció al capitán inglés Arthur Edward ‘Boy’ Capel, quien  –ferviente convencido del talento de Gabrielle– financiaría sus dos primeras tiendas. El repentino fallecimiento de su amor Capel, en un accidente automovilístico, fue el momento más dramático en la vida de la diseñadora.

Aunque su carrera como emprendedora había empezado con el diseño de tocados y sombreros, se manifestó muy pronto la creadora sagaz, versátil e intuitiva que había en Coco Chanel, capaz de abordar proyectos de cualquier ámbito. Fue en esos primeros tiempos cuando, abandonando definitivamente los volantes de los vestidos de la Belle Époque, apostó por una ropa cómoda tanto en sus formas como por el uso de materiales más robustos y sencillos, con un estilo más minimalista y austero que tomaba ejemplo de los trajes del hombre.

Fue Gabrielle Chanel la que verdaderamente tomó prendas deportivas femeninas –especialmente de la equitación– y las acondicionó al uso diario, tal y como los aristócratas ingleses habían hecho con la indumentaria masculina décadas antes. Adaptó la moda masculina al mundo de la mujer, utilizando de manera habitual pantalones y chaquetas, sombreros de paja masculinos, chalequillos y camisas rígidas.

Chanel fue una verdadera revolucionaria que transformó el modo de vestir de su tiempo

Creó también el look de ‘pobre’, con jerseys, twin-sets de lana, vestidos de punto, trajes pantalón, vestidos camiseros y gabardinas, todo sencillo pero con la genialidad de la selección de accesorios y detalles ocurrentes. En 1920, adaptó el tailleur o traje sastre femenino iniciado por Redfern. De veras le interesaba la moda como mujer, con un cierto sentido práctico y moderno. Convirtió también ‘la petite robe noir’, el vestidito negro, en el nuevo uniforme de las chicas jóvenes para todo tipo de ocasión. Chanel se convirtió en portavoz de un nuevo estilo de belleza, lanzando la moda para el cabello corto.

Una de sus mejores amigas, Maria Zofia Olga Zenajda Godebska, más conocida Misia Sert, fue quien la introdujo en los círculos artísticos y culturales de París, poblados por grandes personajes del arte, la música y la literatura. No fueron pocas las ocasiones en las que compartió mesa y tertulia con los pintores Pablo Picasso y Salvador Dalí, con el compositor ruso Igor Stravinsky, el poeta, cineasta y pintor francés Jean Cocteau, y regularmente con la propia Misia –que fue una pianista talentosa–, su marido, el pintor José María Sert, o el empresario de los Ballets Rusos Sergei Diaghilev, a quien Chanel apoyó en diversas ocasiones, tanto con su creatividad como con recursos económicos.

Su incursión en el mundo de la perfumería y la bisutería la acercaron a una clientela mucho más amplia y supusieron un gran éxito. Paul Poiret y Elsa Schiaparelli, rivales en el mundo de la moda (en la medida en la que la estrella de Chanel lo permitía) odiaban esa facilidad de combinar lo sofisticado de las perlas con las prendas de punto sencillas del período de entreguerras, los tejidos de calidad moderada, la comodidad y la libertad que sus piezas ofrecían, su seguridad personal y profesional, su encanto y su carácter. Cuenta la anécdota que Coco se encontró a Paul Poiret en París, y siendo él un crítico duro de su uso del color negro y blanco, le preguntó malintencionadamente: ‘señorita, ¿por quién lleva usted luto?’, a lo que, con aguda ironía contestó Chanel: ‘Por usted, señor Poiret, por usted’. De la vida de la diseñadora han quedado infinidad de anécdotas –algunas verídicas y otras tal vez no– y una interminable lista de citas, con las que Chanel resumía su punto de vista sobre la belleza, el estilo, la moda, el éxito, o la felicidad. ‘La moda pasa; solo el estilo permanece’ es posiblemente la más repetida. Algunas de sus citas dan cuenta de su carácter luchador y de la autoexigencia que mantuvo durante toda su existencia. ‘Puedes estar magnífica a los veinte, llena de encanto a los cuarenta e irresistible el resto de tu vida’.

Tras una guerra agitada y especialmente difícil en París, Coco Chanel reabre su taller en 1954, ahora sí con la ansiedad de crear para más mujeres, de optimizar procesos que hagan que ella pueda vestir a una amplia parte de la sociedad, cansada como estaba de que le copiasen las colecciones a diestro y siniestro en cualquier caso.  Creó en sus talleres un traje sastre para cualquier situación y día, en un tweed ligero, forrado con la tela de la camisa y falda recta, tan imitado e imitable, pero que de los talleres de Chanel salía de una calidad y acabados inigualables. Fue Chanel también la precursora del prêt-à-porter lanzando su linea inmediatamente a finales de los 50. Se trataba de la ropa que está ya disponible en las tiendas, elaborada por tallas, que no requiere pruebas y tiene menor coste. Coco siempre estuvo a la vanguardia.

Prenda icónica de Mademoiselle fue una sandalia bicolor realizada en 1957 por el zapatero André Massaro, basada en un diseño de la siempre creativa Coco.

El 10 de enero de 1971, el mundo de la moda despedía a la diseñadora. Como mujer de talento único, logró que su legado le sobreviviera y la maison Chanel continúa siendo hoy referente en el mundo, no solo de la alta costura y la moda, también de la zapatería, la joyería y la relojería, la perfumería y la cosmética.

Cierto es que la Maison ha disfrutado de fortuna de contar con Karl Lagerfeld quien –desde 1983 hasta su fallecimiento hace dos años– fue capaz, como Director Artístico, de continuar la construcción de la marca sin comprometer los cimientos que había dejado su fundadora.

Ahora es la creatividad de la pupila del fallecido diseñador alemán, Virginie Viard, la encargada de hacer que esta historia continúe, demostrando la inteligencia visionaria que tuvo una mujer que vivió para el futuro.

Por Rafael Rossy

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