Nada hacía presagiar que Mona Travis Strader, nacida en Louisville, se convertiría en la más elegante, la más rica y la más reclamada por la sociedad y los intelectuales de su época.

Poseedora de una belleza radiante y serena con ojos color aguamarina, Mona escaló todos los peldaños sociales. Tras su breve matrimonio con Harry Schlesinger, hijo de un acaudalado hombre de negocios y al que cedió la custodia de su hijo por medio millón de dólares, se traslada a Nueva York donde rehace su vida y contrae matrimonio con James Irving, un banquero que tenía fama de ser el hombre más guapo de la ciudad.

Mona Von Bismarck

Mona tenía muy buen gusto y era muy proclive a sufrir la “crisis de los tres años” y en 1926 ya había superado a Irving para casarse con Harrison Williams, el neoyorquino más opulento, que fue el que le proporcionó el lujoso estilo de vida acorde con su ambición. Con Harrison llevó una vida suntuosa.
Vivía en espectaculares casas en la Quinta Avenida de Nueva York y a las orillas del Sena, en París; en una finca en Long Island; poseía casa de playa en Palm Beach, sin olvidar la villa en Capri que construyeron sobre las ruinas de un palacio perteneciente al emperador Tiberio.

Mona Von Bismarck

Muerto Harrison, se convirtió en Condesa Von Bismarck al casarse con el aristócrata alemán. Desde su villa de Capri y su casa de Nueva York brillaba y reinaba en las páginas de la revista Vogue, con sus vestidos de Balenciaga y otros grandes modistos. Sirvió de modelo a Salvador Dalí e incluso llegó a ser mencionada en una canción de Cole Porter.
Mona fue la primera estadounidense en ser declarada la mujer mejor vestida del mundo en 1933, una distinción otorgada a ella por los diseñadores Chanel, Mainbocher, Lanvin, Vionnet, Molyneaux, Lelong y Balenciaga, el favorito y personal de Mona.

Mona Von Bismarck

Pese a su elegancia, Dalí –con irónico humor- la pintó vestida de harapos, cosa que escandalizó mucho. La historia cuenta que Dalí la pintó en realidad desnuda. Ella furiosa le pidió que la vistiera, y la respuesta fue pintar trapos negros. F. Scott Fitzgerald era uno de los amigos de Mona antes de que escribiera «The great Gatsby» y fue asiduo a las enormes y desinhibidas fiestas en Oak Point. Al igual que Daisy Buchanan, Mona nació en Louisville, increíblemente hermosa, inimaginablemente rica y mucho más fácil de alcanzar que la protagonista de la novela.

Mona Von Bismarck

En su magnífica villa en Capri se entregó con mucho amor y dedicación a la jardinería. Para ello recibía en su isla todos los días un barco cargado de agua del continente. Fue amiga de los Duques de Windsor, Diana Vreeland, el caústico Gore Vidal, Truman Capote, Cecil Beaton, Hubert de Givenchy y sobre todo Balenciaga, y navegó en las aguas más elitistas de la época.

Mona Von Bismarck

Mona favoreció a Balenciaga, pero no exclusivamente. Antes de que apareciera en el mundo de la moda, era cliente de Chanel, Schiaparelli, Mainbocher, Vionnet y algunos otros. Cuando Balenciaga entró en su vida encontró en él a su diseñador más inspirador, cosa que la mayoría de las mujeres sólo pueden soñar. Artista y musa, su relación simbiótica es materia de gran arte.

Mona Von Bismarck

Cecil Beaton la retrató en el Hotel Lambert en París, la antigua residencia real francesa. Envuelta en un traje de Balenciaga, su expresión refleja un cierto «je ne sais quoi» que habla de su vida de ensueño y quizás su aburrimiento. Ella era el último modelo en un momento en que la mayoría de los anuncios de moda utilizaban ilustraciones. Apareció en la revista Vogue, más que cualquier otra mujer. Su única tara era un leve acento de Kentucky, por lo demás Mona era perfecta.

Mona Von Bismarck

Obtuvo miles de litros de tinta en periódicos y revistas, fue deshinibida y vivió una grandeza un tanto sofisticada-snob. Dicen que a la muerte de Balenciaga se encerró tres días en su dormitorio. Patrocinó a muchos artistas y era una gran lectora para compensar su falta de cultura, rodeándose de mentes de primer nivel, a las que prestaba mucha atención.

Mona Von Bismarck

Sin embargo, su desaparición pasó desapercibida en el New York Times. «Toda la gloria es efímera.»
Sus viajes e interminables noches de fiesta convierten su historia en la de una millonaria hecha a sí misma con el final feliz que podría haber soñado el protagonista de “The great Gatsby” de Fitzgerald. Su último marido resultó ser un médico ansioso por imitar la carrera de Mona. Una muestra de su colección de Balenciaga se expone en las salas de su fundación en París.

Mona Von Bismarck

 

Por Lola Garrido