En una primera mirada las fotografías de David LaChapelle pueden parecer banales. Colores estridentes, gente de pasarela que vemos en las revistas y muchos elementos organizados en un caos muy estudiado. Si su fotografía fue a lo largo de los años publirreportajes con fines editoriales, ahora es bien conocido por su carrera como fotógrafo contemporáneo, entusiasta del arte y el vídeo.
Pasó de lo comercial al arte, observando a grandes figuras artísticas. Andy Warhol vio sus creaciones artísticas y le ofreció su primer trabajo en la revista Interview. Antes, cuando sus fotos eran publicitarias, tenían connotaciones de dibujos animados para asegurar una atención específica al producto dentro de la imagen. Si bien sus fotos promueven valores comerciales, últimamente se parecen más a los cuadros que visita obsesivamente en los museos.
LaChapelle ha publicado en todas las grandes revistas: Vogue, Vanity Fair, GQ, Rolling Stone, iD, etc. También entre sus retratos hay muchos nombres famosos: Rihanna, Kirsten Dunst, David Beckham, Leonardo DiCaprio…
Dejó de trabajar para las revistas en 2006 porque sentía que había dicho todo lo que tenía que expresar en ese mundo. “No me interesaba seguir en un mundo demasiado fashion […] En principio no pensé que podría hacer fotografías para galerías. Para ser honesto, no creo que el arte tuviera necesidad de un fotógrafo como yo”.
El mundo tiene demasiados sonidos y David apagó un poco el ruido de sus aparatos virtuales para centrarse en agudizar su vista sobre lo que era la historia de la pintura. Escogió para representar África –un continente violado y sometido, porque en él están todos los recursos- a Naomi Campbell, la modelo más conocida de ascendencia africana. La fotografía, llamada “La violación de África”, es una crítica al consumismo en una sociedad globalizada e impulsada por la codicia y el poder. Según el autor, la hizo justo después del colapso financiero, cuando estábamos siendo orientados a invertir en oro y la producción del metal y los diamantes posibilitaba las guerras mercenarias en el continente africano.
Quizás LaChapelle se encontraba agotado de trabajar interminables jornadas sin un día libre. El sentirse perturbado influyó en su cambio de registro, porque como dice Hanna Arent “para pensar hace falta no hacer nada”. Al fotógrafo ese tiempo lento le sirvió para pasar del éxito comercial a intentar el registro artístico. Le llevó a una conciencia acerca de los niños soldados que salen en las noticias, y pasó a realizar tomas de escenas conflictivas, en unos teatralizados escenarios que eludían, de alguna manera, la excesiva carga de la tragedia.
El fotógrafo afirma usar muy poco Photoshop, afirma que monta espacios en lo que todo sucede y son reales, un hiperrealismo en el que se ven hasta las marcas de piel de los retratados. Sus pensamientos profundos quizás sorprenden y han tardado mucho en aflorar y llegar a los críticos que, ahora sí, están cambiando la visión de su trabajo. Debajo de las excesivas capas de ironía, color y montajes enmarañados se están viendo las cosas de otra forma y aparece la belleza que está debajo de toda la inmensa capa de sarcasmo un tanto pop-surrealista.
En obras como “Muerte por hamburguesa” (2001) o “Comprar un gran coche para ir de compras” (2002), LaChapelle fotografía mostrando literalmente el título, presentando a una mujer aplastada por una gran pieza de comida rápida, o un coche prensado por una Coca- Cola gigante. Nunca son imágenes sutiles. Y parte de la crítica ya sabemos que mantiene la idea preconcebida de que la excesiva popularidad rebaja la credibilidad artística.
Pero hay que estar dispuesto a creer en la sátira que subyace en la obra de LaChapelle, porque son imágenes bizarras que están lejos de la elegancia que transmiten los grandes clásicos de la moda. Sin embargo, estos tiempos son otros y no hay Dovimas paseándose por las calles ni señoras que lo parezcan. Ahora la edad de las modelos es tan reducida como su peso. No así la cabeza de LaChapelle.
New York Magazine lo llamó «El Fellini de la fotografía», sus preparativos exuberantes tienen que ver con los mitos religiosos antiguos, mientras en otras ocasiones, recuerda a artistas del Renacimiento como Miguel Ángel.
Por Lola Garrido