Le gustaba pasear al borde del abismo en todo momento. Hay personas que viven rápido y pasan por la vida deprisa. Un viejo axioma dice: cuanto más alto subas, mayor será la caída.

Edie Sedgwick llegó a Nueva York en un tiempo muy emocionante y de grandes cambios. Después de la segunda Guerra Mundial y la sobriedad de los años anteriores, en los años 60 los jóvenes se sentían traicionados por los adultos y las generaciones anteriores, por lo que tenían casi una obsesión de ser diferentes, rebelarse y crear nuevas cosas.  Eran lo tiempos de la píldora anticonceptiva, los inicios del amor libre, la liberación femenina y la lucha contra la discriminación racial.

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Edie Sedgwick nació en Santa Bárbara (California) el 20 de abril de 1943, hija de una familia de inmensa fortuna en lo económico pero desdichados emocionalmente. Varios miembros de su familia tuvieron problemas psiquiátricos: y dos hermanos murieron trágicamente.

 

Cuando Edie llegó a la metrópoli era un momento en el que la vida era casi como un cuadro. Nueva York era Jackson Pollock bebiendo vodka y goteando pintura en una tela en blanco. Y eso era Edie, un lienzo por pintar. Ella sedujo a todo el mundo: modelo en Vogue, actriz en The Factory, impulsiva y compulsiva fue la chica que se enamoró de Dylan y para la que él escribió “Just like woman”. Las jóvenes al límite consiguen descender por el volcán de su existencia, hasta quemarse. Edie lo hizo, y se convirtió en un icono, fue la mariposa que muere al acercarse demasiado a la luz.

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Bob Dylan oyó hablar de ella y la llamó para conocerla; pronto se hicieron íntimos; y poco después conoció a Warhol con quien comenzó una estrecha relación en la que ella abría las puertas de la alta sociedad a Andy, mientras que él se ocupaba en convertirla en una estrella. Su apariencia física se mimetizó, ella se cortó y tiñó el pelo como él. Warhol hizo de ella una “superstar underground”. (solo se convertían en superstars las más carismáticas; listas, guapas, aristocráticas e independientes, pero que a la vez eran personas destructivas).

En esa época a ella solo le importaba su imagen y estar con sus amigos divirtiéndose. Allí la gente se drogaba y también había orgías en las que Warhol no participaba; él hizo célebre la frase de “ lo mejor es no hacerlo”. Las películas de Andy no tenían ningún sentido, pero tampoco pretendían tenerlo.

El mundo del arte era su mundo,  lo estudió en la universidad, y si ella fascinaba, los artistas le embrujaban a ella. Vivió en el Chelsea Hotel, y al lado de su puerta vivía Leonard Cohen. Era adicta a casi todo, igual que todo ser indefenso.

Creía en el amor, pero sólo sabía conjurarlo con el sexo. Sus acompañantes intentaban separarla de su amor más duradero: las drogas. Tenía un gato que le regaló Dylan y al que llamaba Smoke, nunca tuvo un amigo que no quisiera utilizarla y los hospitales se convirtieron en su segunda casa.page_130_l2-9a-10b-615x866

Cuentan que era angélica y hermosa, pero en sus bajadas nadie la soportaba. Su encanto no le salvó y ha quedado convertida en un icono de unos tiempos en los que el vivir peligrosamente era sinónimo de rebeldía.

Se casó con un buen amigo el 21 de Julio del 71 y cuatro meses más tarde murió antes de cumplir los treinta; fue bella, rica, triste, solitaria rodeada de personas, y final. Dicen que los seres especiales mueren jóvenes. Edie murió sin haber vivido.

 

Por Lola Garrido