Aunque sean cada vez más escasas, hay ocasiones en las que es

indispensable vestir un impecable abrigo clásico. Por ello,

esta prenda no puede faltar en el armario de un caballero.

Ciertos eventos nocturnos –como una boda una recepción o un función operística que requieren una indumentaria formal– exigen, en los fríos días de invierno, un abrigo consonante con la indumentaria vestida. Un abrigo no indicado arruinaría por completo el mejor esmoquin o traje oscuro.

Igualmente, en determinados encuentros de negocios invernales, por ejemplo la visita a instalaciones exteriores o a naves industriales, es conveniente demostrar un buen gusto en el vestir que puede ser incompatible con abrigos sport.

Por otro lado, la ventaja que ofrece un abrigo tradicional es que, al no estar sujeto a modas cambiantes, podrá utilizarse prácticamente durante toda la vida, por lo que no tiene sentido regatear en su calidad. Aunque resulten más caros, los abrigos de las mejores lanas serán mucho más agradecidos por su tacto y ligereza.

La mayor parte de los abrigos clásicos tienen su origen en derivaciones de los uniformes militares, principalmente de Gran Bretaña, aunque también los hay de origen centroeuropeo –como el célebre loden– o francés. Aunque haya caído prácticamente en desuso, en los últimos años se ha recuperado para el mundo de la moda la tradicional capa española, principalmente gracias a las declinaciones creadas por la sastrería Seseña de Madrid y a su promoción en las ediciones de invierno de PitiUomo, que cada enero se celebra en Florencia.

Algunos de los abrigos tradicionales cuentan ya con casi dos siglos de historia. Estos son algunos de los más icónicos y recomendables:

El Chesterfield coat debe su nombre a que, según cuenta la historia, fue George Stanhope, sexto conde de Chesterfield, quien lo inventó a mediados del siglo XIX. El conde formaba parte del mismo grupo de dandies que, con el poeta romántico londinense lord Byron y el artista francés Alfred Guillaume Gabriel Grimod, conde D’Orsay, impulsaron el dandismo, caracterizado entre otras elementos por una forma de vestir trangresora.

La principal novedad del chesterfiel era que, a diferencia de la levita, a la sazón habitual, estaba pensada para un uso exterior y podía ser despojada en el interior, por ello no estaba ceñida en la cintura, ni incorporaba cinto alguno. John Crombie y su hijo James fundaron en la ciudad escocesa de Aberdeen, en 1805, J&J Crombie Ltd., una compañía dedicada a la producción de tejidos de lujo. Se ganaron una merecida reputación principalmente entre los sastres londinenses. Entre sus clientes se contaron también el Ejército Confederado durante la Guerra Civil Americana y la Royal Air Force y, en general, del ejército británico.

Con el paso del tiempo, Crombie amplió su negocio a la producció del Crombie coat. Gracias a su exitoso diseño, basado en los uniformes de la época –cómodo y a la vez elegante– y a la extraordinaria calidad de sus telas, sus abrigos se convirtieron en poco tiempo en una prenda demandada por los caballeros de todo el mundo, desde Estados Unidos a Japón, pasando por Rusia y Francia. Tal fue el éxito que muchos sastres optaron por vender sus propios ‘crombies coats’.

Jorge VI del Reino Unido –padre de Isabel II–, Sir Winston Churchil e incluso los cuatro componentes de los Beatles son solo algunos de los muchos personajes famosos que han quedado inmortalizados vistiendo un combrie coat.

El Polo coat es conocido también como wait coat; el motivo es que inicialmente era el abrigo de pelo de camello con el que se cubrían los jugadores de polo para resguradarse del frío entre chukkers. Para poder arroparse y desprenderse de él con rapidez el polo coat original no contaba con botones, únicamente con un cinturón para ser ceñido como una bata y con un par de bolsillos estilo plastrón. En los años 20, el ‘polo coat’ llegó a Estados Unidos. Una vez adaptado con la inclusión de una o dos hileras de botones, se ganó el aprecio de los norteaméricanos.

El Covert coat es una derivación del Chesterfiel, pero más corto que éste. Se diseñó a principios del siglo XX para poder ser usado en la conducción, para montar a caballo, gracias a sutransformaciones efímeras –como las mangas renglán– , otras caracteristicas que distinguen los ‘covert coats’ más comunes de hoy son su única hilera de botones cubierta, el cuello de tela de terciopelo, las cuatro líneas de costura en los extremos de las mangas y en el bajo y los dos bolsillos con solapas. Se trata de un abrigo informal, aunque su versión azul marino es compatible con un traje oscuro.

De origen tirolés, la diferencia principal del loden está en su singular tejido de lana de primera carda que se somete a varios procesos de encogido para que ofrezca unas propiedades de resistencia e impermeabilidad únicas. De corte largo y ancho, tiene un pliegue vertical en toda la espalda.

El Mackintosh es la gabardina más popular. Fue creada por el químico Charles Macintosh en 1824, con una tela impermeable gracias a una solución de caucho entre dos capas de tela. Aunque la impermeabilidad era su característica más importante, los Mackintosh se distinguen también por su corte, corto, con una sola hilera de botones cubierta y el pequeño cinto en los extremos de la manga. Al igual que los otros tipos de gabardina únicamente es conveniente que cubran una vestimenta formal si son oscuros y, en caso de necesidad, en los días de lluvia.

Existen otros abrigos clásicos como el Pea Coat –típico de la Marina de los Estados Unidos– y la trenca o Montgomery coat –con capucha, alamares y sus botones en forma de colmillo que popularizó el mariscal Montgomery durante la II Guerra Mundial–, pero, al igual que el Mackintosh no son indicados en ningún caso para acompañar una vestimenta formal.

Por Rafael Rossy