El Victoria and Albert Museum de Londres celebra la primera gran antológica dedicada a Horst P. Horst, uno de los mayores fotógrafos de moda. La exposición trata de captar no sólo el trabajo, sino también al hombre, según la comisaria Susan Brown. Será una de las exposiciones del año, porque en todo momento la exhibición tiene la irresistible energía provocada por el profundo conocimiento de la obra expresado con gran delicadeza.
La retrospectiva comienza con un gran despliegue de todas sus imágenes icónicas, mostrando el claroscuro de luces y sombras con las que trabajaba en los años 30, para pasar más adelante al momento surrealista en su trabajo y a su amistad con Dalí, y de allí a las fotografías de estrellas de la gran pantalla. Para terminar una explosión de color de sus 94 portadas de Vogue y 25 fotografías, en gran formato, impresas del archivo de Condé Nast.
Sin duda la fotografía que destaca como más «icónica» es “Mainbocher Corset” que ocupa un lugar preponderante. Tomada en 1939, fue la última antes de huir de París a Nueva York en el inicio de la guerra. Horst decía que no se ve la cara de la modelo porque estaba llorando después de posar hasta la extenuación.
Casi todas sus modelos fueron legendarias, a veces de sociedad como Gloria Vanderbilt, una belleza del Nueva York de 1941, o la reconocida modelo Lisa Fonssagrives, que aparece tan elegante con un abrigo de piel de leopardo Molyneux como con el clásico negro de Chanel.
La comisaria llama a Horst «un mago de la luz». Hay variaciones en las imágenes, para que podamos comprender el proceso del retrato. Por ejemplo, Carmen Dell’Orefice en una fotografía de un masaje facial –y única modelo de Horst que sigue viva– se presenta primero de frente y en otra con un dramático ángulo, que fue como se publicó.
El fotógrafo (1906-1989), nacido en Alemania y nacionalizado estadounidense, influyó en Dalí, Chanel, Mapplethorpe, Warhol, Ritts, Madonna y en la fascinante estética de las mejores películas de la edad dorada de Hollywood. Gracias a esta gran exposición su calidad quedará enmendada para siempre y descubrirá a las jóvenes generaciones a un maestro de la fotografía.
Además de sus espectaculares fotos para Vogue, también se revelan trabajos poco conocidos como desnudos masculinos e imágenes de viajes. Su cámara recogió lo mejor de los modelos para modistos como Chanel, Schiaparelli y Vionnet en los años 30, y fue uno de los pioneros en experimentar las técnicas de color tempranas.
Diana Vreeland estaba fascinada con su trabajo y poco dada a la complacencia no le dolía reconocer que lo que hacía Horst era pura alquimia. De sus copias emanan una especie de atmósfera casi física y la elegancia en estado puro.
Horst había sido ayudante del noble ruso George Hoyningen-Huene, uno de los grandes pioneros de la fotografía de moda. De su mano comenzó a frecuentar los ambientes heterodoxos y bohemios del arte más radical y trabó amistad, entre otros, con Salvador Dalí, para quien hizo las fotos del vestuario de la pieza de ballet Bacchanale (1939), de Leonid Massine.
Horst era homosexual, exquisito, excéntrico en un grado tolerable y artista hasta la médula. «Me gusta hacer fotos porque me gusta la vida y me gusta retratar a personas porque amo a la raza humana», confesó en alguna de sus escasas entrevistas.
Aprovechó el onirismo surrealista para añadir vanguardia a las fotos de moda, lo que daba a su obra un carácter incomparable y único. Poseía la inteligencia para hacer que sus fotos de moda hiciesen un guiño artístico al espectador, sin perder el fondo de inmediatez comercial del género.
Era muy hábil en sus composiciones porque poseía conocimientos de arquitectura. Pensó en tres dimensiones y por la calidad escultórica de la luz en la forma, se acerca al 3D.
Gracias a Vogue, al que permaneció fiel, consiguió la ciudadanía estadounidense y se unió a su ejército. En las placas de identificación aparecía como nombre al que avisar en caso de emergencia el de la editora de Vogue, Edna Woolman Chase. Ella era una figura materna para él.
Horst siempre explicó que «la moda es una expresión de la época, la elegancia es otra cosa» y trataba con el mismo gran estilo cada imagen. No importa si se trata de una imagen de la moda, un retrato o un árbol, el trabajo de Horst siempre trataba de la elegancia.
“Horst: Photographer of Style”, añade Brown, «alumbrará todos los aspectos de su larga y distinguida carrera y demostrará que el legado del fotógrafo es seminal ya que influye en el trabajo de artistas y diseñadores contemporáneos”.
La exposición permanecerá hasta el 4 de enero de 2015. Horst bien vale una visita.
Por Lola Garrido