La fotografía es parte de su vida. Cierra el círculo de su universo artístico y profesional. No puede ver la vida sin visor. Mira el mundo de la moda con el ojo de la cámara.
Al igual que Hedi Slimane, Lagerfeld es un gran fotógrafo, reconocido por sus colegas que es el más alto grado de reconocimiento.
Es una prueba más del artista total que es Karl Lagerfeld. La primera retrospectiva de sus fotografías, tuvo lugar hace dos años en la Maison Européenne de la Photographie de París. La exposición destacaba estar dedicada a su obra más personal, retratos hechos por un hombre que sigue siendo un misterio, a pesar de su cobertura mediática. Si le preguntan ¿cuál es su foto favorita en la exposición? Lagerfeld raramente dirá cuál es, como tampoco dice el año en el que nació, que se sitúa entre 1933-1938. Lagerfeld tiene la cabeza joven, es un lector empedernido, editor de libros de fotografía y arte, con librería propia en París.
La exposición viajó por innumerables lugares y tuve la suerte de verla en Venecia, allí descubrí que sus fotografías no son sólo de moda, sino que había melancólicos paisajes al estilo de Baldus, y que su mirada es una mirada culta. Ver es haber visto.
La exposición comenzaba con las fotografías de arquitectura imbuidas de una noble melancolía y una sensación de ausencia. El primer plano de la estructura metálica de la Torre Eiffel estaba retratado al estilo de los constructivistas. El palacio de Versalles, lo presentaba como un castillo de pasillos vacíos casi aterradores, lejos de la visión festiva y colorida de Sofía Coppola.
Lo que más me impresionó durante mi visita a la exposición, es la multitud de técnicas con las que a Lagerfeld le gusta experimentar. Con la fotografía que no es de moda, da rienda suelta a su imaginación sin inhibirse. Enamorado de lo estético, usa este arte como un juego, lo que le permite reinventar constantemente su visión.
La pasión por el arte y la fotografía de finales del siglo 19 y 20 es la inspiración de algunas de sus obras. Había una habitación con paredes cubiertas con fotos: un mosaico de celebridades que posaron para Karl Lagerfeld.
Fascinado por la fotografía alemana de la década de 1920 y de la actual, Lagerfeld dice que le interesan Helmut Newton, Peter Lindbergh y Ellen von Unwerth, cuya influencia se deja sentir en su obra.
¿Qué es lo que hace una fotografía hermosa, diferente, única? ¿Por qué una imagen permanece grabada en nuestra memoria? Una fotografía de moda es buena, cuando no pasa de moda y es la que con el tiempo se convertirá en la referente, de la época en que fue tomada. Este tipo de imágenes son difíciles de encontrar; son raras.
Para Lagerfeld, los fotógrafos con F mayúscula son Avedon e Irving Penn; “cuando tenía 12 años, mi madre regresó de un viaje a Nueva York (en la década de 1940), con un número de Vogue para mí, con la mítica serie de fotografías tomadas por él, y que retrataba la alta costura parisina con su esposa Lisa Fonssagrives, que para entonces tenía más de 40 años de edad. La juventud no era la principal preocupación en esos años, la mayor preocupación era la elegancia, y el Sr. Penn sabía cómo superar esa noción burguesa, de un modo óptimo”.
La influencia de su madre llevándole desde niño a museos ha sido primordial en el desarrollo de su mirada. También le explicó en Hamburgo-ciudad en la que nació- que nacer en un puerto, hace que siempre se esté dispuesto a abandonarlo para conocer el mundo.
Karl Lagerfeld es un artista como todos los grandes: políticamente incorrecto, raro, singular, creativo, depresivo, tímido, egocéntrico, maniático, inmenso. Y si no fuera todo ello, también sin ninguna duda, sería un genio. Porque lo lleva en los genes.
Confiesa estar en contra de los discursos intelectualizados sobre la fotografía de moda, y cita a Voltaire: «Lo que hay que explicar, no merece una explicación». Una fotografía de moda buena habla sola.
Por Lola Garrido