Un reloj es mucho más que un complemento que adorna la muñeca y una herramienta para conocer la hora. Adquirir un reloj como si se tratara de un accesorio vendría a ser lo mismo que comprar los libros según el color de la portada y su combinación con alguno de nuestros trajes. Obviamente, no es conveniente acompañar la indumentaria formal de un llamativo reloj deportivo, ni jugar a golf o cazar con un delicado reloj ultrafino. Pero a nadie debe preocuparle, que el color de la esfera difiera del de la corbata (y si eso le impide llevar de su mejor reloj lo mejor será cambiar de corbata).

Para disfrutar de un reloj es importante conocerlo, ser capaz de valorar la calidad de su elaboración y entender los retos que afrontaron los maestros relojeros en su creación para poder atrapar el tiempo con la mayor fidelidad posible, valiéndose únicamente de un conjunto de piezas de metal y rubíes, algunas tan finas como un cabello. La gracia del reloj no es tanto qué hace, sino cómo lo hace.

Hay quienes aceptan el precio de venta como un indicador de su valor real. Pero, aunque es cierto que los relojes buenos suelen ser caros, algunos modelos que hay en el mercado no encontrarían entendidos dispuestos a pagar un tercio de su precio.

¿Por qué en las colecciones actuales de las principales manufacturas hay modelos cuyo precio llega a superar el millón de euros? Como en un automóvil, el secreto está principalmente en su interior: en su movimiento.

Los relojes de hoy son los herederos de las admirables aportaciones que a lo largo de la historia han hecho casas como Patek Philippe, Vacheron Constatin, Breguet, Jeager-LeCoultre o Audemars Piguet –por citar algunos nombres–. La manufactura de un reloj puede llegar a requerir una infinidad de horas de trabajo y centenares de piezas. Un coste importante de los relojes más exclusivos proviene de la inversión realizada para el trabajo de diseño de un equipo de profesionales expertos durante años.

No obstante, con unos pocos miles de euros, afición a la alta relojería y la colaboración de algún experto de confianza pueden encontrarse relojes singulares que darán a su propietario grandes dividendos en términos de disfrute e incluso hasta plusvalías en su venta. Aunque no puedan establecerse parámetros fijos para su valoración, hay criterios que deben tenerse en cuenta:

1. Número e importancia de complicaciones. Hay todo un universo de alternativas entre un reloj simple (que sólo indica horas y minutos) y la insólita combinación del modelo 57260 de Vacheron Constantin, con sus 57 complicaciones (o las ‘sólo’ 20 del Patek Philippe Grandmaster Chime Referencie 5175, un reloj diminuto si se compara con el anterior). Cuantas más funciones –indicaciones sonoras, astronómicas, de medición de tiempo, del modo de funcionar, etc– puedan encajarse en el diminuto espacio de un reloj mayor valor tendrá. Algunas complicaciones suponen mayor complejidad y valor que otras.

El modelo 57260, el reloj conmemorativo de Vacheron Constantin, incorpora hasta 57 complicaciones relojeras.

2. Arte y técnica decorativa. No corren los mejores tiempos para los oficios artísticos y son muy pocos los artesanos capaces de crear relojes como los que lucieron reyes y emperadores durante los siglos XVIII y XIX. Técnicas como el esmaltado o el grabado distinguen significativamente los mejores relojes. Buen ejemplo es ‘The Bird Repeat’ de Jaquet Droz, el repetición de minutos con su familia de pájaros animados perfectamente esculpidos y coloreados.

En el Jaquet Droz Bird Repeater Geneva se unen el valor del arte y la mecánica para alcanzar un precio superior a los 400.000 euros.

3. Fiabilidad. No todas las marcas son capaces de crear relojes que funcionen adecuadamente. El prestigio de Rolex, su elevada valoración en el mercado de segunda mano y la gran demanda de sus modelos se explica precisamente por su capacidad de fabricar relojes prácticos, precisos y verdaderamente fiables.

Uno de los atributos que diferencian los relojes de Rolex –que tan buena cotización mantienen en el segundo mercado– es su fiabilidad (Cosmograf Daytona de oro amarillo).

4. Singularidad. Aunque en ocasiones se abuse de las series limitadas, cualquier particularidad en un buen reloj puede incrementar sensiblemente su precio (especialmente, si se trata de una pieza única).

Montblanc limitó a 18 las unidades del Villeret Tourbillon Cylindrique Geosphères NightSky.

5. Desarrollo y manufactura propios. Muchas marcas montan en sus relojes movimientos de terceros. Debe reconocerse en su justa medida la calidad y valor de calibres producidos por empresas como ETA, Valjoux o Sellita. El mercado, no obstante, siempre apreciará en mayor medida un buen movimiento creado en la propia manufactura.

El calibre es el corazón del reloj donde una manufactura gana su prestigio. Movimiento del A. Lange & Söhne 1815 Rattrapante Perpetual Calendar Handwerkskunst.

6. Calidad. Tienen sus limitaciones, pero hay varias certificaciones que garantizan la excelencia en la manufactura del reloj. Para recibir el Sello de Ginebra es indispensable su producción en el Cantón de Ginebra (los extraordinarios relojes que marcas como Audemars Piguet produce en Le Brassus no pueden obtener esta certificación). Recientemente Patek Philippe, reconocida por muchos como la más prestigiosa de las manufacturas, se ha desmarcado del Sello cuyos requerimientos considera insuficientes.

Cualquier reloj salido de los talleres de Patek Philippe acredita extraordinarios niveles de calidad. Aquanaut Refª 5168 G

7. Prestigio y viabilidad futura de la manufactura. La vida de un reloj es larga, y su adecuado mantenimiento exige que la vida de su productor también lo sea. Siglos de historia, la fortaleza de la compañía y de sus aportaciones técnicas garantizan su continuidad y mayor valor de los relojes.

El reloj de una casa con larga historia y prestigio cotiza más que el de una nueva manufactura. Breguet Classique 7147.

8. Materiales empleados. Algunos relojes de las principales manufacturas cuestan más de un millón de euros. La primera pregunta de cualquier no iniciado es sobre el material con el que ha sido construido. Lo cierto es que, por ejemplo, la diferencia entre una caja de oro y otra de acero se traduce en unos pocos miles de euros en el precio final del reloj. La incorporación de valiosas piedras preciosas o materiales raros podrá encarecer sensiblemente el reloj, aunque será difícil que alcance los precios de las espectaculares proezas mecánicas que sólo unas pocas manufacturas pueden crear.

De Bethune adquirió un meteorito caído en Argentina hace miles de años para construir su DB28 Kind of Blue Tourbillon Meteorite.

 

Por Rafael Rossi