Podríamos decir que, detrás del origen del perfume, se esconde una de las historias más antiguas del mundo. Desde los tiempos de la edad de piedra, el antiguo Egipto y hasta la actualidad, las diferentes civilizaciones han aprovechado el poder del aroma para múltiples beneficios, que van más allá del olor.
Descubre los rituales, mitos y leyendas que acompañan el origen del perfume
Todo comenzó con el hombre de la edad de piedra que experimentaba con las sensaciones que producía quemar maderas aromáticas y el uso de resinas de árboles. Del humo que desprendía surgió ‘per fumum’, el nombre en latín para referirse al aroma y con el que bendecían a sus dioses.
De los primeros rituales ancestrales nos trasladamos al siglo 3.500 a. C. en Mesopotamia, done surgieron ungüentos y los primeros perfumes. Se empezó a usar aromas extraídos de flores y plantas, como el azafrán, el gálbano, la mirra o el bálsamo, destinados tanto para uso personal como medicinal. Entre los diferentes rituales, los egipcios empleaban ungüentos con flores y aceites para el proceso de momificación, y algunos faraones como Tutankamón fueron enterrados con fragancias consideradas divinas y que aseguraban la vida eterna.
En la Grecia del siglo XIII a. C. también se experimentaba con diferentes materias primas que producían olor y ayudaban a curar enfermedades. En este caso, la sociedad griega aprovechó la riqueza del mediterráneo con la rosa, el incienso, el tomillo o el cardamomo. La irrupción del perfume se convirtió en un símbolo para conectar con la mitología, bañando las esculturas y el cuerpo de los atletas en diferentes sustancias aromáticas.
Con la llegada del Imperio romano surgió la industria, se creó la profesión del perfumista y los primeros talleres. También fue el momento de desarrollar la botánica de los olores. A pesar de los grandes avances del perfume, la caída del Imperio y el predominio del Cristianismo redujo el uso del perfume. Y no fue hasta la época del Imperio bizantino y la alquimia que resurgió la práctica con nuevas materias como el ámbar gris o el agua de rosas.
Entre las múltiples anécdotas y leyendas sobre el poder curativo del perfume destaca la creación del Agua de Hungría. Nos remontamos al siglo XV cuando la reina Isabel de Hungría encargó a un alquimista la preparación de un elixir, con romero y agua ardiente, que ayudaran con sus problemas de salud. Con el tiempo, la apariencia física de la reina popularizó las propiedades milagrosas de aquella fórmula.
En Francia el perfume se expandió gracias a que el rey Felipe II reconoció la profesión de perfumista. En aquel momento surgieron las primeras escuelas y aprendices al mismo tiempo que se constituyeron zonas como Grasse y Montpellier como potentes industrias de fabricación de perfumes de lujo. La ciencia avanzaba y, a medida que se descubrían más aromas y sus propiedades, se clasificaban también para su uso medicinal.
La creación de la popular ‘Eau de Cologne’ de Jean-Marie Farina, la 4711 de la familia Mülhens o la aparición de Guerlain en 1828 y Coty en 1904 constituyó el inicio de la perfumería contemporánea. Durante el siglo XX surgieron verdaderos iconos como Chanel Nº5 y la alta costura parisina convirtió el aroma en un símbolo.
La evolución del perfume era un reflejo de la sociedad, cada vez más avanzada y liberada. De los perfumes frescos de los años 50 y 60 pasamos a los olores fuertes de los 80 y los tonos afrutados de finales de siglo. Este escenario de plena expansión del perfume motivó a las grandes firmas de moda a sumarse a la industria, lanzando sus primeras fragancias y democratizando así el uso del perfume en la sociedad tal y como lo conocemos en la actualidad.
Por Ferran Farled