El frío –que congela los canales y el río Neva– y el espeso manto de nieve transforman por completo la fisionomía de esta ciudad rusa, para obsequiar a quienes se atreven visitarla durante estas fiestas una experiencia mágica e inolvidable.
El hielo forma gruesas capas que ofrecen nuevos caminos por los que es posible pasear, con el crujir de la nieve a los pies hasta cualquier lugar de la ciudad, incluida la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. La cúpula dorada de la Catedral de San Isaac, revestida con 100 kilos de oro, brilla con mayor intensidad y se distingue desde cualquier mirador –como la aguja dorada que remata la torre del Almirantazgo y dos de las cinco cúpulas de la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada–. La avenida Nevsky y las restantes calles principales se adornan con luces y guirnaldas; los niños juegan y cantan alrededor de un gran árbol de Navidad junto a la Catedral de Nuestra Señora de Kazan y en la plaza del Palacio. Mientras en el Hermitage, sin las interminables colas y aglomeraciones de verano, los escasos visitantes puede admirar plácidamente las obras expuestas en un salón prácticamente vacío y, al anochecer, con unas buenas localidades, adquiridas horas antes, disfrutarán del Cascanueces en el Teatro Mariinsky.
Tantos privilegios exigirán algunas renuncias: días más breves que las noches y temperaturas más bajas, pero los fríos de invierno petersburgués tienen mayor rigor en los termómetros que en la calle. Si la elección de esta época es, en general, recomendable, será óptima para aquellos que ya conocen la ciudad en verano, que han navegado por el Neva y los canales, experimentado las famosas noches blancas y paseado por el Jardín de Verano y los formidables alrededores del Palacio Peterhof.
Capital del Imperio ruso durante dos siglos, San Petersburgo fue fundada por Pedro el Grande en 1703, con la intención de convertirla en la “ventana de Rusia hacia el mundo occidental”. Es, efectivamente, un formidable escaparate formado por palacios, iglesias y museos. Durante una década se la llamó Petrogrado, de 1914 a 1924, y Leningrado, tras la muerte de Lenin; hasta que finalmente, en 1991, un referéndum popular le devolvió el nombre original de su fundador.
En San Petersburgo, la ópera y el ballet cuentan con escenarios de excepción, como el Teatro Mariinsky, el más grande de Rusia; Tovstonogov, el teatro del drama; el Teatro Alexandrinsky y el Mijailovski, obras ambos de Carlo Rossi, el arquitecto italiano que proyectó el Mariinsky, la Biblioteca Nacional de Rusia, el “Coffee House” del Jardín de Verano y el edificio del Estado Mayor.
Hoteles en San Petersburgo
Cuando se viaja a ciudades cuya temperatura nocturna puede descender hasta los 20 bajo cero (la media diaria en el invierno petersburgués es de unos confortables cinco bajo cero), la elección del hotel tiene una importancia capital. La opción más tradicional es el Belmond Grand Hotel Europa, consolidado como un punto de referencia, tanto en el sentido geográfico, como en la vida social de la ciudad. Atrae a conocidos políticos y celebrities, al igual que el Four Seasons Hotel Lion Palace, considerado el hotel más elegante de la ciudad.
A pocos pasos de la Catedral de San Isaac, Taleon Imperial Hotel ocupa un antiguo palacio del siglo XVIII. Alojó a Catalina la Grande y a Marguerite-Josephine Wiemer, la amante de Napoleón. Rocco Forte Hotel Astoria es otro de los establecimientos históricos de San Petersburgo. Fue elegido por Rasputín para alguno de sus encuentros más privados y por Lenin para hablar al público desde su balcón en 1919. Todos los hoteles mencionados conservan una decoración clásica y suntuosa, muy diferente de la del W de San Petersburgo, que combina la arquitectura dieciochesca del edificio con una decoración decididamente contemporánea.
Tardes Sanpeterburguesas
Las alternativas para la tarde son inagotables gracias al elenco de museos de San Petersburgo: desde el Hermitage, en sus diferentes palacios; el Museo Estatal Ruso; Erarta, el museo de arte contemporáneo; el Museo de Fabergé; la fortaleza de San Pedro y San Pablo o el Palacio Ménshikov. Para aquellas tardes en las que se prefiera simplemente descansar, existen agradables clubes, bares, cafeterías. La neoyorquina Jenna Kistner abrió el bar-coctelería y restaurant Soho Lounge, un lugar óptimo para pasar una tarde-noche disfrutando de un menú cosmopolita, con música actual y actuaciones en directo.
La noche
Algunos de variopintos personajes de la sociedad petersburguesa que acceden al Grand Hotel Europe se dirigen a L’Europe –el histórico restaurante del hotel en el que es posible fundir el deleite gastronómico con la música clásica o el ballet clásico en directo. En el Caviar se encuentra una selección de los mejores caviares, mientras en el Azia, –un bar de inspiración tokiota–se sirve una interesante fusión de cocina panasiática enriquecida con unos innovadores cócteles.
Casi un siglo y medio de que restaurante Palkin abriera en Nievski sus puertas por
primera vez finalizaron los trabajos de restauración –en los que participaron especialistas del Hermitage– que permitieron una reapertura tras el largo paréntesis iniciado con la revolución. Aunque su carta sea netamente contemporánea el restaurante ofrece a sus comensales un viaje en el tiempo.
Los más carnívoros se sentirán particularmente mimados en Stroganoff Steak House, un restaurante que ocupa las antiguas cuadras de la guardia imperial donde en opinión de muchos se sirve la mejor carne de Bryanskaya, Voronezhskaya y Bielorrusia.
La afición a la cultura del vino ha crecido mucho entre los rusos durante los últimos años y en San Petersburgo hay varios lugares en los que es posible catar o adquirir algunos de los mejores del mundo. Grand Cru, la bodega de Michael Barkhin en Fontanka se distingue por tener los mejores vinos franceses, además de licores exóticos sobre los que informa su equipo de sumilleres profesionales. Tre Vicchiere es un reservadísmo bar de vinos y restaurante italiano. Decorado con pinturas de Berau y antigüedades de París, Bar Garson en Malaya Morskaya es perfecto para extender el culto al vino también al champán y a los licores, acompañándolos de canapés, terrinas caseras o de caviar.
Mundshtuk Hookah es un club de fumadores en el número 90 de la perspectiva Nevsky, cálido y confortable, con fama de tener los mejores maestros de la cachimba de la ciudad. Su potente sistema de extracción elimina por completo los humos, permitiendo de este modo que también los no fumadores disfruten de una agradable tertulia mientras toman una copa de té o café y fuman una pipa de agua. Será imposible mantener esa conversación tranquila en Laque Club, una famosa discoteca de moda diseñada por Andrei Tsygankov en un edificio del siglo XVIII. En la plaza Konyushennaya, se encuentra otro bar de moda: 22.13 donde es posible tomar desde un cóctel a una deliciosa sopa caliente o un sándwich.
De compras
Más que los productos que se venden, lo atractivo en Gostiny Dvor es el hecho de que se trata del primer gran centro comercial de la historia del hombre; abrió sus puertas en 1757, siglo y medio antes de la apertura de Elisseeff Emporium, otro de los centros comerciales de San Petersburgo cuyo interés se centra en la selección gastronómica. Dom Leningradskoy Torgovli (DLT) es, finalmente, el último de los centros abiertos. Aunque pueden encontrarse en la ciudad la mayor parte de las marcas de lujo, no hay que olvidar que San Petersburgo es una ciudad más austera que Moscú.