Lo inglés es sinónimo de excéntrico. Y si hay algún fotógrafo al que pueda catalogarse de esa manera es Tim Walker. Sus tomas tienen además de rareza y desafío, la extravagancia que corresponde a su concepto.
Su país ha dado una literatura inspiradora de los trabajos de Walker, así como su influencia del imaginario de Tim Burton. En su obra hay algo de Alicia en el País de las Maravillas y ese “ser británicos”, y que ha llegado a su cima en uno de sus últimos trabajos al lado de otro de los seres más icónicos de la verde Albión: Tilda Swinton.
“Me gustaba pasear por el campo con una cámara», le confesó a un periodista , «y fotografiar a gente que conocía. La fotografía fue un poco como coleccionar cosas. Cuando conseguí tener una cámara ya encontré una razón para ir a alguna parte. Y como me gustaba la naturaleza, comencé a construir escenarios para mis fotos, en el jardín de mi madre.
Hoy en muchos de sus trabajos existe una recreación de una infancia que adoraba y que sigue siendo teatral, y de ahí obtiene gran parte de su potencia e ingenuidad aderezado de suave humor y que recrea una época que no es la suya.
Su afición definitiva por la fotografía de moda nació de su trabajo en una librería ordenando archivos de Cecil Beaton – el fotógrafo aristócrata- y a continuación como si se hubiese dedicado a pensar el mejor master para ejercer de ojo que mira, se apuntó de ayudante de Richard Avedon. Con esos maestros, es lógico que sus encuadres tengan la elegancia y belleza de un sueño hecho poema.
De la Swinton, solo decir que cualquier director de cine que se precie en aparecer como el “más moderno” o los anunciantes de lujo y los fotógrafos, no dejan de contar con ella para hacer de sus obras algo cerca de lo sublime y que dependiendo de la creatividad del autor, a veces roza el ridículo. Tilda por el contrario, siempre sale como es: una belleza andrógina que transmite inteligencia sin tener que decir una sola palabra.
Los dos han realizado unas fotografías de moda antológicas, unidos a un tercer isleño; un poeta surrealista que en la selva mexicana construyó un paraíso y que ha servido para que Walker y Swinton recrearán a los surrealistas más granados del género: Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, Remedios Varo y Leonora Carrigton.
Sus imágenes capturan momentos sublimes en el tiempo, evocando un sentido de drama épico y raro. Cada fotografía cuenta una pequeña historia que nos transporta a un mundo de fantasía y ensueño.
Walker es un autor innovador que roza lo “demasiado-teatral”, sin caer en ello, y su fotografía innovadora es una de las más imaginativas y exuberantes de las que se producen actualmente. Su estilo es entre la fantasía y el surrealismo. Su trabajo es considerado exquisito por su capacidad de presentar increíbles mundos de imágenes llenas de magia en cada una de sus exposiciones.
Importantes museos albergan sus colecciones, como el Victoria & Albert Museum y The National Portrait Gallery en Londres. Realizó su primera gran exposición en el Design Museum de Londres en 2008, coincidiendo con la publicación de su libro Pictures.
En el caso de Walker sus trabajos parecen tener una libertad que no se aprecia en el trabajo de otros fotógrafos que hace justicia la expresión que dice: “la creatividad os hará libres”. Grace Coddington es una de sus más fieles compañeras de estilismo.
Vogue llegó a comprar un Rolls Royce para una sesión fotógrafica con Tim, porque nadie sabe nunca el tiempo que necesitará o que hará con él. Walker a veces parece creer en las hadas y otras sumerge su mirada en aguas profundamente negras pero sin una gota de sarcasmo.
Por Lola Garrido