El pasado 25 de Abril, Santa Eulalia,en su constante búsqueda de ofrecer un servicio que va mucho más allá de sus exclusivos productos de Paseo de Gracia, convocó a sus clientes y amigos en el Círculo Ecuestre de Barcelona. El motivo no era otro que asistir a la charla que bajo el título “Elegancia 3.0, los nuevos códigos de vestir en la Empresa” impartí al alimón con D. Fabrizio Ferraro, Profesor del IESE de Dirección Estratégica.
Como reclamaba el título de la charla, la disposición del evento fue también acorde a los nuevos tiempos pero, eso sí, sin olvidar la elegancia atemporal de la casa anfitriona. Quizás por ello si bien fue El Círculo Ecuestre el lugar elegido, este recibió a los invitados bajo un nuevo formato. Concretamente fue su restaurante y una cena, y no un auditorio y unas sillas, el lugar elegido para escuchar a los ponentes.
Si la intención de los organizadores era hacer más fácil a los asistentes el participar quedó claro que lo consiguieron. De hecho, aquella cena que parecía transcurría plácidamente, rápidamente se convirtió en un intercambio de opiniones tanto con los propios ponentes como entre el resto de invitados. ¿Las personas elegantes nacen o se hacen?, ¿nos vestimos para nosotros o para los demás? ¿hasta que punto es importante seguir las modas? ¿debemos vestir según nuestro gusto y personalidad o según el estilo de la compañía para la que trabajamos?, ¿se puede ser elegante sin corbata? ¿qué opciones tenemos para asistir a una comida o a una reunión de trabajo sin ella?
Durante las más de dos horas que duró la charla, departimos sobre las múltiples opciones con las que contamos para afrontar con éxito, y estilo, ese nuevo código de vestimenta que empieza a aplicar en muchas empresas, sectores y ambientes. Antes de entrar a analizar algunas de ellas, resulta conveniente no dar por muerta a la corbata antes de tiempo; complemento que ha acompañado – con diferentes formas – al hombre desde el S. II d.C. La corbata sigue y seguirá muy presente muchos años, sobre todo en eventos formales y donde cierta seriedad sea aconsejable. Igualmente, siempre habrá nichos o grupos de personas que con su uso se identifiquen con cierto tipo de dandismo.
Me han invitado a una cena formal pero me dicen que no es necesario acudir con corbata. ¿Qué me pongo?. Para contestar a esta pregunta quizás sea conveniente primero descartar qué no hay que elegir. Aunque la cena sea formal, si no se va a vestir corbata mejor no acudir con traje. El traje sin la corbata se encuentra huérfano, además de con la permanente sensación de que algo falta. Tampoco, debido a la formalidad de la cena elijamos nuestros vaqueros y deportivas preferidas, por bonitas que nos parezcan. Que sea el sentido común, nuestro conocimiento y el estilo los últimos en decidir. Dicho de otro modo no fallaremos de prestar atención a estas dos pautas básicas: vistamos según la seriedad del lugar al que acudamos y según creamos hará quien nos ha invitado. Y si queremos añadir una tercera pauta: mejor un poquito overdressed que underdressed. Veámoslo con un ejemplo:
En el caso de tratarse de una comida de trabajo o de una cena formal, la conocida como americana o blazer nos puede echar una mano de lo más valiosa. Combinando una americana azul, más clara en verano o por la mañana y más oscura en invierno o por la noche, con unos pantalones grises acudiremos a cualquier reunión perfectamente vestidos. Si no tenemos todas con nosotros sobre si el resto de invitados obedecerá y aparecerá sin corbata, siempre podremos acudir con ella y de no verla quitárnosla y seguir igual de elegantes. Esta es una ventaja de los conocidos como dos piezas, quedan igual de elegantes con corbata que sin ella. Añadamos a este conjunto unos zapatos de calidad, desde un buen mocasín hasta un doble hebilla, e iremos perfectamente conjuntados. Juguemos con el pañuelo de bolsillo e introduciremos nuestro toque personal. En invierno un traje cruzado con un jersey de cachemira de cuello vuelto puede ser otra excelente alternativa para estos encuentros formales donde se pide asistir sin corbata.
Trabajo en una empresa informática donde nadie viste ni corbata ni siquiera chaqueta. ¿Qué me pongo?. Que los códigos de vestimenta están cambiando es una realidad. Sin embargo, no lo están haciendo a la misma velocidad en todas las profesiones. Si bien resultaría extraño en ciertos despachos de abogados o en bancos de inversión ser atendido por profesionales en zapatillas, igual lo sería ver en el universo .com trajes cruzados a medida. Mark Zuckerberg fundador de Facebook ha hecho de su camiseta gris la tarjeta de presentación tanto suya como de su empresa; de ahí que la percepción que de esta red se tenga sea la de algo joven, dinámico, cercano e informal. Por su lado, Bill Gates, quien acostumbra a vestir traje y corbata, transmite con su indumentaria una imagen suya y de Microsoft seria, fija en el tiempo y más formal. Por ello, resulta fundamental conocer la filosofía de nuestras empresas, sus valores y sus gustos por uno u otro tipo de ropa. Vistamos acorde a todo ello, sobre todo si nos encontramos dentro del horario laboral, y no nos equivocaremos.
A pesar de lo anterior, me encanta la ropa y me resulta difícil cambiar mi estilo, es parte de mi personalidad. Me cuesta vestir como hace el resto de mis compañeros. ¿Qué hago? Si esto significa vestir más arreglado no debería representar un gran problema. Si, por ejemplo, te gustan las americanas, de no compartir tu gusto el resto de compañeros parece claro que tu indumentaria les llamará la atención. Pero no te preocupes, este efecto se evaporizará en solo cuestión de días y transcurridos estos lo que les chocará es verte aparecer sin tu querida blazer.<
En la ropa más informal no debemos olvidar que al igual que hay vaqueros y vaqueros también hay zapatillas y zapatillas. Es decir, no es lo mismo vestir un vaquero desgastado o incluso con rotos que un vaquero de corte formal. Cada uno tiene su momento y lugar. Y al igual que tampoco son iguales las alpargatas de mercadillo que las bordadas con hilo y cosidas a mano, tampoco son lo mismo unas zapatillas claramente informales que otras en las que a pesar de su suela de goma el resultado es el de un zapato vestido.
Muchas veces es solo el sentido común quien debería guiar nuestras elecciones. Igual que no esperamos encontrarnos a alguien tumbado con traje en la hamaca de al lado, tampoco nadie espera ver un recién licenciado recogiendo su título en traje de baño. Extremos aparte, debemos tener en cuenta que la comodidad y el calor no deberían ser los únicos responsables de nuestras elecciones cada mañana. Vivimos en sociedad y eso implica cuidar nuestro comportamiento y también nuestra manera de vestir.
Por José María López-Galiacho González