La historia de la fotografía de moda tiene su comienzo en los maestros que la concibieron desde sus orígenes, como un proyecto artístico, independiente de los rígidos dictámenes de la publicidad. Sin dudar, habría que comenzar hablando sobre quién fue uno de los grandes fotógrafos de la moda: Horst. P. Horst. Nacido de una familia de la alta burguesía alemana, la influencia materna hizo que desde muy joven se interesara por el arte. Muchas de sus fotografías han pasado a ser referencias fundamentales de un mundo, una moral y una época.
Su fotografía más icónica: Mainbocher Corset, relata “el mundo intelectual de Horst” además de ser una declaración de intenciones. La intimidad en la pose, enfatizada por una luz mágica que ilumina la parte trasera en sombra, es parte de la puesta en escena. Fruto de las influencias artísticas del desnudo femenino, visto desde atrás, de Ingres a Man Ray adornada con una atmósfera de sutil erotismo, hacen de Mainbocher Corset una lección de estilo en la cultura fotográfica y la situan en un lugar atemporal. La fotografía tomada a las cuatro de la mañana de 1939, después de un agotador posado, alumbra a la modelo rubia ya con el corsé desatado, manifestando la nocturnidad y disponibilidad.
Horst vivió los años del hedonismo elegante, de las actitudes olvidadizas, una generación de hombres y mujeres de talento con maneras aristocráticas que crearon y produjeron algunos de los retratos más imperecederos de la historia de la moda. De hecho, el momento de Horst coincide con el cambio de Vogue, cuando la editorial de Condé Nast, quiso hacer de su revista la que marcara no sólo tendencias de estilo, sino que fuese nada menos que guía y cabeza de su época. Pasa de la ilustración a la fotografía, y Vogue publica un número extraordinario con textos de los grandes escritores del momento (Hemingway, Aldous Huxley, Colette) mezclados con los ojos más vanguardistas de la fotografía: Man Ray, Steichen, Hoyningen-Huene, y con esa amalgama logran filtrar el espíritu de su tiempo.
Horst es un ilusionista consumado, que estudió cuidadosamente las obras de arte del Louvre para recrear, en los pocos metros cuadrados de su estudio de fotografía, una obra en que la luz fuera sustancia material, casi igual a la atmósfera emocional de una pintura.
El famoso retrato de Chanel, fue tomada a regañadientes en ese estudio reducido, fuera de su intimidad del Ritz, y así consiguió una fotografía más ilusoria y por lo tanto, más mítica. La curva de una maravillosa «chaise longue» que perteneció a Madame de Pompadour, el fondo de un laberinto barroco de hojas y racimos de uvas en madera dorada, más la cara blanca de Coco es un retrato inimitable; por incisivo. El fotógrafo recordó el momento, diciendo que soñaron juntos.
Horst documentó, desde su polifacética visión, los cambios que se producían en la moda y el vestuario durante más de medio siglo. Algunas de las notas claves parten de su inspiración en horizontes de creatividad más amplios que impiden concebir la fotografía fuera de la relación continua de estímulos y conocimientos.
Artista privilegiado, Horst, fue capaz de conjugar esa intersección irrepetible de las artes, la creatividad y la experimentación – arte, arquitectura, literatura, moda, teatro, danza, cine-. Estudió arquitectura con Le Corbusier, aprendió fotografía de moda con el gran G. Hoyningen-Huene, el llamado “barón de Vogue”; conoció el mundo del cine a través de los ojos de Visconti. Vivió a los dos lados del Atlántico en los años treinta, en torno al «monde de Paris», el mundo «por excelencia”. Sus amigos forman parte del panteón de nombres ilustres. Sus retratos, son levantamientos topográficos de existencias.
Fueron los años del esplendor en la elegancia, dados al hedonismo olvidadizo, aristocrático, en el que una generación de hombres y mujeres de talento compusieron la vuelta a la abstracción total de la realidad.
De hecho, descubrió una nueva belleza en libertad, coherente, dinámica, que se refleja en el arte del retrato, moda, diseño y publicidad. Un estilo de vida.
«Son los hombres, no las teorías de una época la que se imponen para seguir seduciendo», decía Horst.
Muchas de sus fotos han quedado como el inventario iconográfico de su época.
Por Lola Garrido