Ser fotógrafo de moda es un manera de estar en el mundo. Watson vive muchos mundos. Heredero de la textura de los grandes de la moda de los 50’s, su ojo no recorre únicamente cuerpos bellos; sino que está comprometido con otros que carecen de todo, menos de cuerpo. Being a fashion photographer is a way of living. Watson lives in many worlds. Heir to the greats of fashion of the 50’s, his eye does not only look at beautiful bodies but is committed to other people who lack everything except a body. Ser fotògraf de moda és un manera d’estar al món. Watson viu molts mons. Hereu de la textura dels grans de la moda dels 50’s, el seu ull no recorre únicament cossos bells; sinó que està compromès amb uns altres que manquen de tot, menys de cos.Sus historias africanas son su forma de permanecer en el mundo real.
Nacido en Escocia en 1942, posee el récord de haber realizado más de 200 portadas de Vogue de todo el mundo y 40 portadas para la revista Rolling Stone desde mediados de la década de los 70, fotografiando personajes carismáticos. Photo District News le nombró uno de los 20 fotografos más influyentes de todos los tiempos junto a Richard Avedon e Irving Penn. Estudió diseño gráfico en la Duncan of Jordanstone College of Art and Design, y cine y televisión en el Royal College of Art.
Con su esposa se trasladó en 1970 a Los Ángeles, donde comenzó a hacer fotos, sobre todo como un hobbie. Ese mismo año, fue llamado para ser director de arte de una compañía de cosméticos y le ofreció su primera sesión de pruebas, de la cual la compañía le compró dos fotografías.
A partir de ese momento, su carrera se desarrolló en todos los campos y ha creado la fotografía de cientos de campañas publicitarias de éxito para las grandes corporaciones, ha dirigido más de 500 comerciales de televisión y decenas de carteles para las principales películas de Hollywood, como “Kill Bill”, “Memorias de una Geisha” y “El Código Da Vinci”. En el 2007, una impresión de gran formato de una fotografía de Kate Moss tomada por Watson en 1993 se vendió en Christie’s, Londres, por 108.000 dólares, cinco veces la estimación pre-venta más baja.
Las buenas fotografías son muy raras y escapan a cualquier definición, pero todas tienen un punto en común: la emoción que suscitan va más allá de la imagen que representan, su significado es mucho más rico que lo que parecen sugerir, emanan una leve música… tienen, en suma, algo de milagroso. Y eso lo consiguen muy pocos, aquellos que como Watson saben que la composición de las fotografías de moda tienen que representar a la sociedad incluso desde el enfrentamiento y la libertad.
Watson es un clásico en el mejor sentido de la palabra, aquél que siempre que miras sus fotos vas a ver algo que pertenece a una mirada conceptualmente preparada. No es la realidad, es contar una historia que no ves a través de la ventana. En la vida real, los miembros de la familia discuten y gritan, se aman, pero él dice que nunca ha visto que una revista de moda quiera fotografías de personas en esos estados de ánimo. No busca el papel de fotógrafo objetivo, sino que describe la interacción con el tema, colocándose en la fotografía con la reacción del sujeto.
La misión de un fotógrafo es responder a la llamada de su retina, únicamente al estímulo de su instinto visual que reclama la atención de su otro ojo –la cámara– para convertir los instantes en eternidades y a las personas en mitos. La moda pasa a representar un modo de expresión del individuo y un modo de ejercer su libertad, frente a los cánones tradicionales.
Luego terminado su trabajo de hacer el mundo más estético, coge su cámara y parte para África, para comprometerse en hacer el mundo un poco más ético. “La gente era maravillosa. Me conmovió especialmente la energía tan positiva que emiten los habitantes de Benin – fue realmente sorprendente ya que el país y su gente es realmente muy pobre. Experimentar y fotografiar su alegría inocente fue para mí una experiencia maravillosa».